Dos de los pensadores más relevantes del siglo XX español, José Bergamín y Ernesto Giménez Caballero, fueron presentados ayer en el ciclo ‘Imágenes para entender una guerra’, como “dos intelectuales que acabaron subordinándose a la política”. José Carlos Mainer, catedrático de la Universidad de Zaragoza, no dudó en reconocer los méritos intelectuales de ambos literatos, dos hombres de similar edad y formación, aunque de ideas radicalmente opuestas. Eso sí, con elementos comunes, como su participación en las principales revistas de vanguardia o su amistad con Miguel de Unamuno.
El conferenciante insistió en que tanto uno como otro han sido “figuras imprescindibles” en la Historia de España del siglo XX, pues ambos llegaron a ejercer como “líderes intelectuales” de los dos bandos que se enfrentaron en la Guerra Civil. De hecho, Bergamín presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas, y Giménez Caballero ostentó durante un breve periodo el cargo de jefe de Propaganda del bando nacional. Para Mainer, ambos se convirtieron en unos “fanáticos” de la causa que defendían. “Fueron dos conversos”, defendió ayer Mainer. Según sus explicaciones, el primero “aunque era católico formó parte del núcleo duro del Partido Comunista”, al tiempo que Giménez Caballero intentaba convertir el nacionalismo liberal español en fascismo.
La llegada de la democracia en los años 70 fue “mal recibida” por los dos. Ninguno se adaptó al cambio político. “Para Bergamín, la democracia siempre fue insuficiente; y en su deriva acabó simpatizando con el independentismo vasco”, explicó Mainer. Por su parte, Giménez Caballero “nunca aceptó el olvido del franquismo por parte de los nuevos políticos, y llegó a pedir que se le enterrara en el Valle de los Caídos, algo que no consiguió”.