Cierto es que cuando el valenciano José María Martínez Bernabéu salió de la primera promoción de la Escuela Central de esgrima, ya en el año 1889, encontró trabajo en Segovia y aquí llegó con toda su familia. Había ganado la oposición para cubrir una plaza de profesor de esgrima en la Academia de Artillería.
Desde su puesto, y tras conocer la ciudad, observa que existe un gran interés por la actividad de la que él era maestro. Consulta familiar. Deciden abrir un local. Lo encuentran en la calle Los Leones. Éste no reúne las condiciones que necesita y después de unos meses se ‘muda’ a otro de la Calle Angelete (El Salvador). Tampoco cumple con todas sus necesidades. Sigue buscando y a la tercera… encuentra en la Plaza de San Martín un local que anteriormente había sido café. Su peculiaridad se distinguía de los demás de la época en que las que en él trabajaban eran mujeres camareras.
Ahí se asentó. En ese tiempo había nacido su hijo Ramón y cuando el padre y fundador de la esgrima en Segovia fallece en 1912, el hijo mantiene todo lo anterior. Profesor en la Academia y en el gimnasio, donde comenzó a los 13 años. Luego llegaron los éxitos personales en una larguísima historia, incluso olímpica, del segoviano.
Y si en esta columna se me olvidara reflejar el nombre de Mariano Alba Prada, lo escrito de y sobre esgrima se quedaría corto. Mariano, al que entrevisté en varias ocasiones para El Adelantado, era también maestro de esgrima. Mamado el deporte tras treinta años en el gimnasio de San Martín, formó a un gran número de ‘tiradores’. Al fallecer Ramón, él continuó y si me permiten una afirmación aquí la dejo: ‘en la sala de armas donde Prada enseñaba solo se perseguía la excelencia’. Jamás cobró por enseñar. En Mariano todo era ilusión. Todo un maestro de esgrima
Sólo dejó de enseñar cuando una operación fallida le dejó la rodilla maltrecha. Falleció en el año 2013.
