El resultado de las elecciones de Madrid me recordó aquella frase de Goethe: “sólo es digno de libertad quien sabe conquistarla cada día”. Y de ese resultado se pueden extraer algunas conclusiones.
En primer lugar, el mal resultado de Iglesias subraya que los madrileños han entendido que por su forma de actuar, es el verdadero representante de la peor casta política. Además, su verbo deslenguado, su cinismo, su altanería y su incapacidad para resolver los problemas de la gente, han conseguido ir agrandando el número de sus enemigos tanto en la derecha como en la izquierda, de tal forma que su paso por la política parece haber concluido, sobre todo tras su deshonrosa salida. Por otra parte, ha quedado claro que no gustan las personas que se identifican con Maduro, la ETA y el FRAP, se avergüenzan de pronunciar la palabra España y se emocionan cuando ven pegar a un policía.
El resultado también demuestra que a los madrileños les desagrada el desbarajuste, el desgobierno y la crispación; y que los que quieren provocar miedo, incertidumbre y división no han tenido éxito, porque la máxima comunista de que el miedo hace sumisos, en Madrid no encaja: los madrileños ni tienen miedo ni son sumisos. Como todos los españoles, por cierto; porque quien vive temeroso nunca será libre. Ya lo recuerda José Javier Esparza en su último libro: “Todos los hombres de todos los tiempos han anhelado ser libres. Aquí se ha peleado por ello. Y mucho. Contra pueblos invasores, contra un orden injusto, contra la esclavitud, contra la escasez, contra los poderosos… Pueblo peleón, este nuestro”.
De estas elecciones en Madrid, se desprende que los que están haciendo un gran esfuerzo por deslegitimar la Transición, los que quieren olvidar el abrazo que se dieron las dos Españas y pretenden reavivar el odio entre españoles, son muchos menos que los que creen que la Transición fue un éxito del conjunto de la sociedad española, envidiado y ensalzado en el resto del mundo.
Los madrileños han dicho que no les gusta la traición, y por eso han “botado” a Ciudadanos
Asimismo, los que desprecian a España y pretenden deformar y manipular su brillante historia, son muchos menos que los que se sienten orgullosos de su pasado. Además, los madrileños han dicho que no les gusta la traición, y por eso han “botado” a Ciudadanos: por su traición a los catalanes (a quienes abandonaron después de recibir uno de los mayores apoyos que se recuerdan), y por su actuación en las mociones de censura. Han convertido a los traidores en víctimas. Y el fracaso se lo ha comido el Sr. Bal que ha hecho una campaña muy digna.
Y Pedro Sánchez que se ha entrometido en la campaña por si se ganaba apuntarse el éxito, resulta que enmudeció cuando empezó a adivinar el desastre, dejando solo a su candidato ante el marrón. Gran ejemplo de solidaridad política. Pero su mediocridad intelectual, su falta de principios, su asalto a las instituciones y su pésima gestión, ha provocado que muchos verdaderos socialistas no hayan votado la opción sanchista. De ahí su pobre resultado que ha llevado a su partido a ser la tercera fuerza en Madrid. Increíblemente, todavía hay gente que no pierde la esperanza de que algún día deje de mentir, aunque ya Aristóteles nos avisó que “el castigo del embustero es no ser creído aún cuando diga la verdad”.
En cuanto a Vox, parece que han sido infructuosos los esfuerzos por calificar de extrema derecha a un partido que defiende la Constitución y la Ley y al que se ha querido equiparar con los que atacan a la policía, se manifiestan con brutalidad y asaltan los comercios, que esos sí son los verdaderos extremistas. Y los que los jalean, también. Por tanto, los madrileños los ven como un partido constitucionalista que defiende sus ideas sin violencia, aunque tiene que soportar la violencia de otros.
Ayuso ha entendido que además de una buena gestión, se debe marcar el paso para que todos tengan que ir detrás
Respecto al PP, claramente ha dejado de estar a la defensiva para pasar a una ofensiva inteligente frente a los que quieren imponer su pretendida superioridad moral. Ayuso ha entendido que además de una buena gestión, se debe marcar el paso para que todos tengan que ir detrás. Sabe que el campo de juego lo tiene que elegir uno mismo. De ahí su gran éxito. Ha conseguido que Sánchez se hunda y que Iglesias se vaya.
Y tras su espléndido resultado y el batacazo del dúo de la decadencia, aparece una gran oportunidad para la alternativa a este gobierno, por el optimismo y la ilusión que se ha generado en gran parte de la sociedad. Esa sociedad que no quiere ni odio, ni división, ni crispación, y lo que pretende es recuperar la cultura del esfuerzo, el trabajo y la libertad. Esa sociedad que pide confrontar inteligentemente al populismo que mina las clases medias y pone en riesgo la democracia y el Estado de bienestar. Esa sociedad orgullosa de la unidad de España y contraria al separatismo. Esa sociedad que detesta la confusión intelectual que provocan las mentiras y las ridiculeces gramaticales. Esa sociedad que quiere poder elegir el colegio de sus hijos. Esa sociedad que exige que se respeten sus creencias. Esa sociedad que defiende la propiedad privada. Esa sociedad, en fin, orgullosa de la Constitución y consciente que no se hizo para la generación que la protagonizó, sino para las que vendrían después.
