Tranquilos, que no voy a recurrir una vez más a la tan utilizada expresión “Luz más luz”, que según su médico, fueron las últimas palabras de Goethe.
No; a loque voy a referirme al estado actual de la iluminación de nuestros monumentos principales que, como todo el mundo, incluso nuestra naturaleza, también sufren desgaste y en puntos concretos necesitan hacer una “nueva carga”.
El 18 de julio de 1972, el entonces Principe Don Juan Carlos, desde el Mirador de El Terminillo, presionó el botón que ponía en funcionamiento la iluminación de los principales monumentos de la ciudad. Unos días después hubo que suspender el servicio para terminar unos trabajos que se habían adelantado por la presencia del Príncipe y Doña Sofía.
Un tiempo antes, en 1963, se habían realizado las pruebas de ensayo para iluminar el Acueducto, siguiendo proyecto del perito industrial entonces técnico en el Ayuntamiento, Remigio Sombría, que ejecutó Electrodo. Como recuerdo se impresionaron varias fotografías en blanco y negro del monumento, que hasta tiempo después no llegó a contar con una mejorada iluminación, tras intervenir, en 1964, la Dirección General de Arquitectura, que fue cuando se inició una larga etapa para conseguir ir aplicando a un buen número de monumentos la iluminación artística a un buen número de monumentos, que prácticamente son los que hoy disfrutan de ella.
Pruebas se hicieron muchas, incluso se ensayaron sistemas para la muralla, si bien esta ofrece mayores dificultades, dado dado que su extenso perímetro de 3.410 no es visible en su totalidad, pues hay construcciones de diverso tipo que ocultan diversas partes. Sólo Ávila y Lugo, creo, tienen sus murallas completamente restauradas en su totalidad.
Finalmente nuestra muralla pudo “conseguir” una iluminación adecuada en todas las zonas visibles, por lo que desde la distancia resulta un brillante complemento a la vista panorámica de la ciudad.
Uno de los lugares que podemos considerar son los jardines de la Reina Victoria Eugenia de acceso al Alcázar. Que por cierto comentaba hace décadas el Marqués de Lozoya que debían llamarse de “Daoiz y Velarde, devolviendo sus actuales nombres a los que fueron antaño, respectivamente, la Canonjía Nueva y la Canonjía Vieja.
Desde este emplazamiento en las noches de los viernes, sábados y domingos, que se iluminan, pueden versase desde un lado, mirando al valle del Río Eresma, la torre de San Lorenzo, Monasterio de San Vicente el Real, paseo de la huerta de El Parral seguido del monasterio y luego la iglesia de la Vera Cruz. Otros dos puntos deberían iluminarse, la capilla de San Juan de la Cruz en la huerta de los Carmelitas, y la fachada del santuario de la Virgen de la Fuencisla.
Por el lado opuesto, valle del Clamores, esplendida iluminación de la Muralla, la Catedral y la torre de San Andrés.
La Catedral, desde la calle Cronista Lecea, tiene importantes fallos.
