En Pozuelo, su pueblo de adopción, que no el mío, se nos ha ido como un fatídico rayo: Luis Martín Díez, segoviano del alma, a quien tanto queríamos y a quien tanto admirábamos. Cuando, como ahora, se siente en las entrañas la pérdida de un amigo y uno carece de la originalidad adecuada, el tópico te empuja a intentar parafrasear, con mayor o menor acierto, la célebre elegía de Miguel Hernández, cumbre del género, porque, nadie como él para reflejar tan bellamente el sentimiento de la nostalgia, recién estrenada por la dolorosa ausencia de quien acaba de dejarnos. Si quien fuera a leer este artículo lo permitiera, haría mías y en honor de Luis, cada una de las palabras utilizadas por el poeta de Orihuela para despedir a su alter ego Ramón Sije, o José Marín, si decidiéremos dar la vuelta al anagrama. Porque, Luis, con elegía o sin ella, tendríamos que seguir hablando de muchas cosas, compañero.
Admirar a Luis, ha sido fácil por lo que ha sido y por lo que representó, especialmente para todos aquellos que gracias a él y a sus compañeros del Nuevo Mester de Juglaría, pudimos llegar a conocer y a valorar el patrimonio cultural contenido en el folclore y en las tradiciones musicales de nuestra tierra, convertidas en el signo de una identidad común, a la que nos hemos sentido enraizados gracias a esta agrupación de folcloristas segovianos de origen o de adopción, a cuyo lado sus paisanos hemos ido caminado orgullosos durante su larga trayectoria artística: El Mester de nuestras vidas, como así acertadamente se reconoce en el libro biográfico del grupo. Cincuenta y seis años se cumplieron el pasado 16 de noviembre. Segovia y el Mester han constituido durante todo este tiempo la simbiosis perfecta.
Admirábamos a Luis, miembro fundador y parte consustancial del grupo de música folk más trascendente y de mayor relevancia entre aquellos, formados esencialmente por estudiantes que en el último tercio del siglo XX afloraron en España como setas en un lluvioso otoño y que, como las setas, fueron producto de temporada que había que consumir antes de que caducaran. De ellos solo el Mester ha conseguido permanecer activo en el tiempo, puede que ayudado por el conservante especial de su relación con Segovia. Admirábamos a Luis, también, por su labor de defensor, divulgador y promotor de la música de raíz, ejercida durante tres décadas al frente de Folk Segovia, el festival más prestigioso de cuantos se han venido celebrando en nuestro país. Luis, hizo posible que sin movernos de casa tuviéramos la fortuna de ver actuar a lo más granado de la especialidad, además de poder exportar estas músicas al mundo a través del festival internacional de la UER, que Luis consiguió que Radio Nacional de España difundiera desde nuestra ciudad.
Desde la callada admiración aprendimos luego a quererle cuando tuvimos la fortuna de tratarle personalmente. En mi caso, a través de nuestra pertenencia al Consejo Asesor del Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana “Manuel González Herrero”. Desde el primer momento me cobijo bajo el ala protectora de sus profundos conocimientos en este campo. En mi primera reunión me invitó a sentarme a su lado, entre él e Ismael. Era evidente que estaba yo mejor acompañado que estos dos grandes maestros.
Luis, cuando la nostalgia se apodere de nuestro ánimo, volveremos a escuchar tu irrepetible voz enlatada en los cientos de grabaciones que nos has dejado. Ten por seguro que especialmente recurriremos a ti, cuando sintamos que nuestra añorada Castilla comunera pueda ser gobernada por aquellos que no la tienen amor.
Descansa en paz, querido y admirado Luis.
