En San Rafael el apellido Guinea está unido a su próspera colonia de principios del siglo XX. Aunque los orígenes de la familia arrancan en su casa solariega de Amurrio en el País Vasco, Luis Guinea trabajó en Madrid como procurador de los tribunales llegando a San Rafael en 1904 de la mano del escritor cántabro José María Pereda. A la zona urbanizada de la Tejera donde radicó su hotel, aún se la conoce como ‘prao de Guinea’.
Ernesto Gutiérrez Guinea, me cuenta con un brillo en los ojos que San Rafael fue su edén de felicidad, alejado de las premuras cotidianas, de obligaciones sociales y escolares y donde la férrea disciplina familiar de impronta carlista, se relajaba durante tres meses para dejar paso a una infancia ansiosa de libertad y aventuras que, armada con un arco y flechas de caña, se adentraba iluminándose con unas cerillas en el oscuro desván del abuelo Luis, para descubrir un mundo olvidado que desbordaba su imaginación. El hotel era el lugar estival de reunión familiar en que la intendencia, casi castrense, quedaba a cargo de las mujeres de la casa. Con diecisiete primos bajo el mismo techo, el enorme jardín con frutales, pozo y colmenas, se convertía en un territorio de diversión, bicicletas, tenis y hazañas que alcanzaban a las ranas del cercano Arroyo Gargantilla. Fuimos felices, repite Ernesto, pero todo acabó con la Guerra Civil y la posterior muerte de mi abuelo. Todo fue languideciendo, apagándose hasta que falleció la abuela Agustina. Entonces aquel mundo de sueños infantiles en San Rafael se desmoronó para siempre, añade con sonrisa nostálgica y resignada. Ocurre en todas las familias; hay casas y personas que arraciman sentimientos y que engarzan los recuerdos de una infancia que hoy solo vive en un rincón del corazón.
Gracias Ernesto por regalarme un retazo de la intrahistoria de nuestra tierra.
