Mi madre cree que la sociedad actual en su camino hacia el bienestar económico se olvidó de la capacidad de sacrificio. Rafael Calvo, piensa que cualquier tiempo pasado no fue mejor y, ¡ojo lo dice él! un forjador del milagro español en la transición bruñendo libertades de las que nos hemos saciado. Josefina Pérez y Juanjo Palomero me hablan de los tiempos del hambre en España; es más fácil pasar una pandemia con la nevera llena. Pablo González –ánimo Pablo, nos queda mucho por charlar– no mira atrás y se funde en la imagen de su nieta que, por el encierro, acaba de conocer. Ataúlfo Casado se cobija en sus creencias para encontrar sentido a esta plaga de Egipto; la religión es un rincón para la esperanza, me dice. Todos ellos son hijos de la penuria y de la guerra. Saben de lo que hablan y en ninguno observo miedo; tal vez recelo ante lo inédito. Su entereza es un ejemplo lleno de paciencia y de cordura; sin aspavientos ni desesperación.
Nosotros somos la hiperventilada generación del confinamiento escribiendo en los libros de historia de España la página que nos ha tocado vivir y, salvo el drama de la muerte, no es nada comparado con lo que ellos resistieron. Ellos son la generación sensata que a pesar de nuestro olvido, sigue dándonos lecciones de vida. Ahora que todo parece amainar, seguiré escuchando e intentando aprender de la mesura que dan los años y sus canas.
