Decía el Marqués de Bradomin que a las puertas de un cementerio no debe utilizarse la palabra “mañana”. Aunque la vida siga, los que hemos burlado a las Parcas sabemos que la muerte angustia más cuantas más cosas quedan por hacer e ilusiones por cumplir. Sólo si vives con pasión quedas colmado de vida.
El temor a la muerte es innato al Ser Humano por la angustia a separarse de los seres queridos y por el miedo al dolor. Tal vez –de forma secundaria- por el abandono de los proyectos vitales aplazados pero, superados esos miedos por la ciencia, por la religión, por la íntima convicción o por todo ello junto, la muerte es un puro trámite. Así lo creo, igual que creo que la mejor manera de vivir es, como decía el poeta Horacio, enfrentando con intensidad el Carpe diem al Tempus fugit. No me imagino una manera mejor de morir que totalmente exhausto de haber vivido. Sin equipaje, sin lastre en la recámara, con la conciencia limpia y las ilusiones cumplidas, con el corazón harto de amar y con los pesares, todos, bien llorados y redimidos. Ese debiera ser el momento, no antes, aunque la vida sea un ir muriendo en tiempos verbales que, avanzando el reloj, saben a pasado. La intensidad vital hay que conjugarla en presente, sabiendo pedir perdón, agradeciendo cada instante y sobre todo amando sin condiciones; después ya nos enredará la vorágine diaria para hacernos encallar en lo superfluo. Amor, gratitud y perdón, la esencia de la vida enfrascada en tres palabras.
Hoy, 24 de octubre, te sigo añorando.
