En los últimos años hemos asistido al cierre de muchos establecimientos “de toda la vida” de nuestra Segovia. Algo que ha ocurrido no solo en nuestra ciudad, sino en todas partes de España. Es una realidad a la que nos hemos ido acostumbrando, sin que por ello dejemos de sentir cierta nostalgia y por qué no reconocerlo, también algo de pena. El que al entrar en un establecimiento, te saluden por tu nombre, te pregunten por la familia e incluso te recuerden cuando ibas con tus padres, o con tus hijos pequeños, es una sensación que no tiene precio. No se puede negar que las costumbres han cambiado, entre ellas la manera de consumir. Ahora la oferta es inmensa, en cantidad y variedad. Sin embargo la sensación de seguridad que te daba el vendedor cuando te conocía de siempre y te había demostrado su conocimiento del producto y de lo que era más adecuado para ti, hacía que la compra fuera una satisfacción, tanto en el momento de hacerla como de disfrutarla después. Y es que ese comerciante sabía que su éxito dependía de que así fuese, para que volvieses y con ello asegurarse el futuro. Sin embargo la vida actual con sus “oportunidades” y sus exigencias (gana más, ten más cosas, cambia más a menudo) ha dado al traste con esta manera de vivir. A los grandes imperios comerciales solo les importa que haya un gran flujo de clientes y que si algo que compramos, ya sea unos zapatos, un abrigo o unas gafas, no nos dure más de una temporada, un año o dos, mejor, así volveremos a comprar o compraremos varios a la vez en distintos sitios, ya que la calidad es mediocre, el precio es bajo y el beneficio es proporcionalmente alto pues los costes a su vez son bajos en origen porque se compran en grandes cantidades. Y ya si te lo compras por lnternet, mejor, porque así se ahorran la tienda física. Y claro así ha pasado: que muchos buenos comercios no lo han podido resistir. Otros han cerrado por falta de relevo generacional o porque es más rentable alquilar el local a una multinacional.
En fin, ya solo queda esperar que por lo menos los que vayamos tomando el testigo de estos lugares, sepamos adaptarnos a los nuevos tiempos y luchemos por seguir tratando a nuestros clientes pasados, presentes y futuros, de la mejor manera que sepamos, en lo personal y en lo profesional, porque no es solo nuestro modo de vida sino también nuestra manera de trabajar y de vivir.
Esperemos que no falte quien prefiera comer en un buen restaurante, que en el “burger” de la esquina.