Solo falta un día para la celebración de las cumbres de la UE y la eurozona, y los Veintisiete tratan de cerrar a toda costa el plan para atajar la crisis de la deuda soberana, esta vez con la atención puesta en Italia, a la que el pasado fin de semana se le exigieron nuevas medidas de ajuste. Una petición que no hizo especial gracia al primer ministro transalpino, Silvio Berlusconi, quien aseguró que «nadie» en el seno de la UE está «en posición de dar lecciones a sus socios», aunque agregó que intentará acatar esas normas.
Los jefes de Gobierno comunitarios se esforzaron además en su reunión del domingo en convencer del progreso en las negociaciones y desviar la atención sobre la crisis política interna que atraviesa la Unión, incapaz de acordar una solución definitiva para los graves momentos financieros.
Las tensiones entre los 27 Estados miembros y los 17 que comparten la moneda única, instigadas por euroescépticos como el Reino Unido, obligaron a convocar para mañana por la tarde un Consejo Europeo informal extraordinario previo a la cumbre de líderes del euro, todo con el fin de no excluir de las decisiones a los socios que no tienen la divisa común.
A pesar de que no se ha anunciado acuerdo de forma oficial, si bien desde Francia se muestran «convencidos» de que se conseguirá un pacto global, parece que en realidad la única cuestión que queda realmente abierta es la ampliación del fondo de rescate europeo (FEEF), dotado de 440.000 millones de euros.
La canciller alemana, Angela Merkel, adelantó ayer que la capacidad crediticia del FEEF deberá superar el billón de euros, a través de un mecanismo que está todavía por definirse, si bien se conoce que existen «dos opciones».
La primera prevé que el fondo temporal avale parte de las emisiones de deuda de Italia y España y otros países sometidos a la presión de los mercados, mientras que la otra consiste en la creación de un llamado Vehículo de Propósitos Especiales para atraer a inversores de China y otros países.
Otra posibilidad es combinar ambas propuestas, de manera que el FEEF actúe como aval de la inversión que se dedicaría a comprar deuda de los países en dificultades y a la vez intentaría atraer inversores.
La recapitalización de la banca europea, por otro lado, parece ser una cuestión ya zanjada: se exigirá a las entidades europeas un ratio de capital de máxima calidad del 9%, frente al 5% solicitado en julio, lo que obligará a las entidades europeas a buscar fondos por más de 100.000 millones de euros.
