Sobre la medianoche del miércoles irrumpió el traqueteo de helicópteros en la calma de Kabul. En el aparato volaba el líder de Estados Unidos, Barack Obama, desde la base de Bagram al palacio presidencial en la capital afgana. Unas pocas horas más tarde, el dirigente ya se había marchado del país, pero la ciudad se estremeció con una fuerte explosión. Las sirenas de alarma sonaron. Los talibanes pasaban factura por la visita del mandatario con un atentado perpetrado por un comando suicida, que dejó siete muertos, y centenares de heridos y en el que fallecieron los cuatro terroristas.
Obama viajó a Kabul para firmar un acuerdo estratégico con su homólogo afgano, Hamid Karzai, al que se llegó tras unas difíciles negociaciones, debido al clima de crispación encendido después de varios escándalos protagonizados por soldados estadounidense en la nación asiática.
La visita de Obama en esta simbólica fecha, cuando se cumplía un año de la muerte de Osama bin Laden, no se debe atribuir solo a la campaña electoral en EEUU. El americano quería mostrarse respetuoso con Karzai, buscando simbolizar así un nuevo comienzo. No solo se había enfriado la relación entre los países, sino también entre ambos presidentes.
Con el importante pacto suscrito ayer, Estados Unidos se compromete a proteger a Afganistán del terrorismo de Al Qaeda una vez concluida de la misión de combate de la OTAN, a finales de 2014. «Miramos hacia la paz», incidió el inquilino de la Casa Blanca.
Había dos puntos que hicieron peligrar el acuerdo: Karzai pidió que las fuerzas especiales dejaran de actuar por la noche contra sospechosos y la entrega a los afganos del control de la cárcel en la base militar de Bagram. En ambos puntos se llegó a soluciones de compromiso en las que el dirigente asiático se pudo imponer.
Durante la firma, ninguna de las partes quiso dejar constancia de las diferencias. «Hoy acordamos una asociación a largo plazo», indicó Obama, quien habló de «un momento histórico para ambos países». Y al final agregó: «Gracias, amigo», mientras estrechaba la mano de Karzai.
No obstante, hay temas más espinosos que se han aparcado para tratarlos en un acuerdo de seguridad aparte. Entre esos asuntos figura, por ejemplo, el uso por parte de las tropas estadounidenses de las bases militares o la actual inmunidad de la que ahora gozan los uniformados de Washington frente a la justicia afgana.
Lo que queda claro con la firma de ambos es que, tras 2014, los soldados norteamericanos seguirán desplegados en el país, aunque formalmente se indique que están formando a las Fuerzas de Seguridad afganas. Sin embargo, seguirán luchando contra los terroristas.
