El carácter militar de la Guardia Civil, herencia de tiempos que ya solo recuerdan los libros de historia y que se traduce en un estatus laboral y jurídico notablemente más restrictivo que el de sus compañeros de la Policía Nacional, es desde hace tiempo objeto de controversia entre los miembros de la Benemérita, que propugnan su equiparación con el resto de las Fuerzas de Seguridad, con las consiguientes mejoras en sus derechos que irían aparejadas.
A ello se unen las también añejas quejas salariales de un colectivo que desde siempre ha denunciado sus deficientes condiciones de vida, con sueldos no demasiado generosos y casas cuartel muchas veces decrépitas que, a su juicio, no compensan la entrega y peligrosidad de un trabajo socialmente tan relevante como arriesgado.
La combinación de ambas realidades tiene sumida desde hace tiempo a la Guardia Civil en un ambiente de insatisfacción y protestas, que, pese a la prohibición de manifestarse, ha llevado en varias ocasiones a los agentes a la calle, con el siguiente escándalo y las pertinentes sanciones disciplinarias.
Conocedor de tan inquietante polvorín, el Ministerio del Interior ha logrado paliar algo la intensidad de las quejas con numerosas concesiones, sobre todo económicas, pero también legales, que han servido para desactivar en alguna medida la insatisfacción de los uniformados.
Pero no de todos ellos. De hecho, mientras las dádivas del Gobierno han contentado en parte a la escala básica y a la de oficiales, hay un estamento intermedio en el Cuerpo, los suboficiales, que dicen estar en tierra de nadie, sin demasiadas posibilidades de promoción profesional y con unas condiciones laborales que estiman insufribles.
Así, tras meses de urdir una estrategia en respuesta a las reformas del Ejecutivo en cuestiones como el régimen disciplinario, las asociaciones profesionales y la reforma de la Ley de Personal, la comisión de suboficiales de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) denunció ayer el «maltrato» que reciben los agentes de esta escala a la que, siempre según su punto de vista, los mandos y oficiales, tienen conceptuada como un conjunto de «esclavos con tarifa plana las 24 horas del día».
AUGC, asociación mayoritaria en el Instituto Armado constituyó ayer su Comisión de Suboficiales, encargada de velar por los intereses de dicha escala en el Consejo de la Guardia Civil, en el que el colectivo cuenta con 9 de los 15 vocales y, por tanto, con la práctica capacidad de decisión.
En una rueda de prensa, el secretario de Acción Asociativa de AUGC, Manuel Hoya, aprovechó la difusión del acto para lamentar que la Dirección General Unificada de la Policía y la Guardia Civil siga tratando a los suboficiales de la Benemérita como «siervos» a los que se pueden mantener de guardia las 24 horas del día, sin derecho a conciliar la vida personal y laboral.
Según el parecer de AUGC, eso es lo que sucede con los suboficiales que ejercen como comandantes de puesto en cuarteles de pequeñas localidades, en los que trabajan apenas media docena de agentes y en los que deben estar pendientes del teléfono día y noche, incluso las jornadas de descanso, sin posibilidad de relevo.
Por ello, se apuesta por agrupar los efectivos en cuarteles de no menos de 100 guardias, con el objetivo de mejorar la eficacia y la atención al ciudadano. Según cálculos de AUGC, hasta un 45 por ciento de los sargentos renuncian a su ascenso, ya que el nuevo puesto acarrea traslados forzosos para el guardia civil y su familia.
El nuevo organismo reclama asimismo la reestructuración de la extensa escala de suboficiales, que está integrada por los sargentos, sargentos primeros, brigadas, subtenientes y suboficiales mayores.
