Los ríos de España viven una delicada situación por la escasez de agua, por el estrechamiento de sus caudales naturales y por la contaminación causada por el hombre, que ahora se presta voluntario para arreglar lo que durante años ha degradado.
El programa de Voluntariado en Ríos que impulsa el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM) moviliza cada año a miles de personas que dedican su tiempo libre a limpiar las márgenes y analizar las aguas de las cuencas hidrográficas del Norte, Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Segura, Júcar y Ebro.
Esta iniciativa, que va por su tercera convocatoria, ha logrado implicar este año a 52 asociaciones de diferente tipo y corte, «desde los grandes organizaciones ambientales, hasta pequeños grupos de jubilados de Zamora», explican fuentes del Ministerio.
Todo ello y a fin de que los 30.000 voluntarios que se remangaron en 2008 en pos de la salud de los ríos alcancen los 50.000.
De que esta cifra aumente se encargan organizaciones como la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), que cada fin de semana arrastra a decenas de personas hasta el río Henares, contaminado por la fuerte presión urbanística de la zona corredor que lleva su nombre.
En colaboración con la ONG Green Cross, esta organización, que surgió por iniciativa de un grupo de estudiantes de Ciencias Ambientales de la Universidad de Alcalá de Henares, se ocupa de «su casa», de «su río», hasta ahora «un poco olvidado», reconoce su presidente, Roberto Ruiz.
Según el día, los equipos coordinados de voluntarios limpian las márgenes o analizan el agua, al tiempo que reciben educación ambiental por parte de los monitores que les acompañan, que les explican el «por qué de la actividad, cómo está el río, cómo debería estar y cuáles son las características de su flora, fauna y geología», matiza Ruiz.
«Ríos y acuíferos están muy relacionados, se transmiten agua y también contaminación. Pero los primeros tienen una capacidad de regeneración que no presentan los acuíferos», se recuerda siempre a los voluntarios.
La actividad más científica de las personas que colaboran es la de análisis físico-químico, en la que novatos y experimentados se meten de lleno en el agua para recoger muestras y analizar parámetros como el PH, la dureza, la turbidez y los nitratos que hay presentes en la zona. A este análisis le sigue el biológico, donde se repara en los macroinvertebrados, organismos que, según la especie a la que pertenezcan, dan idea de cuál es la calidad del agua.
En las batidas de limpieza, los voluntarios cambian el instrumental científico por bolsas amarillas de basura, donde se depositan los desperdicios que contaminan las riberas.
La reacción de los voluntarios es siempre la misma: «A la gente le gusta disfrutar del campo, pero lo manchan y esperan a que otros lo limpien», se quejan mientras rastrean en busca de basura.
El programa de limpieza va, sin embargo, más allá del trabajo de campo, con él se resuelve un problema de competencias entre las confederaciones hidrográficas y los ayuntamientos que aparece cuando el río atraviesa varios municipios o zonas alejadas. La fuerza de los voluntarios está ayudando a conocer la problemática de la calidad de los ríos y hace que los ayuntamientos actúen.
