La guerra civil en Siria es cosa de días. Y es que, tras la matanza de un centenar de personas en Hula y después de que el presidente, Bachar al Asad, asegurase el pasado domingo que existe una contienda contra los terroristas, uno de los principales grupos opositores, el Ejército Sirio Libre, que aglutina a rebeldes armados y a militares desertores del régimen, anunció ayer que se desvincula del alto el fuego promovido por el enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para el país, Kofi Annan, al tiempo que advirtió de que iniciará nuevos ataques contra las fuerzas gubernamentales para «defender al pueblo».
«Hemos decidido poner fin a nuestro compromiso con el plan paz y empezar a defender a nuestro pueblo», anunciaron desde el colectivo insurgente, que consideró insuficiente el discurso del mandatario.
Los grupos rebeldes pusieron el pasado viernes como fecha límite para que el mandatario acabase con los ataques contra los opositores o tendría que hacer frente a las consecuencias. Por ello, el Ejército Sirio Libre optó por esta decisión, y, del mismo modo, reclamó que la comunidad internacional adopte decisiones «audaces» e imponga una zona de exclusión para contribuir a la caída del régimen de Al Asad.
Por su parte, Kofi Annan manifestó su apoyo al actual formato de la misión de observadores, pero emplazó a todas las partes a cumplir el plan de paz. También urgió a las potencias mundiales a que presionen para que tanto el régimen como la insurgencia sigan adelante con el proyecto de alto el fuego.
Mientras, las potencias extranjeras continúan debatiendo cuál debe ser el camino a seguir en el país árabe. Desde Francia y el Reino Unido no descartan una posible intervención militar, una opción que rechazan Alemania y Rusia. Precisamente, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, urgió al Ejecutivo de Moscú, al que considera aliado de Damasco, a que convenza al mandatario árabe para que encamine una transición política en la nación.
Otra jornada negra
De todos modos, y a pesar de los intentos por conseguir que los combates lleguen a su fin, la jornada volvió a teñirse de sangre, con la muerte de 15 personas a manos de las fuerzas gubernamentales en la ciudad norteña de Idlib.
La cifra de fallecidos aumentó notablemente el pasado fin de semana, cuando al menos 80 soldados del Ejército de Al Asad perdieron la vida a manos de las tropas rebeldes.
