Con el ultimátum lanzado el pasado jueves ya cumplido, los rebeldes libios se preparan para lanzar su ataque final sobre Sirte, la ciudad natal de Muamar el Gadafi y considerada el bastión de los leales al coronel.
Los insurgentes tomaron parte de la localidad la semana pasada y dieron un plazo de tres días a las tropas del régimen derrocado para abandonar el municipio, así como a los civiles para hacer lo propio. Mientras las milicias gadafistas decidieron mantenerse en la urbe, cientos de habitantes aprovecharon el alto el fuego para huir a Misrata, la ciudad vecina en el oeste.
La marcha de estos últimos hará más fácil la intervención del Consejo Nacional de Transción libio (CNT), ya que el Gobierno de facto había aplazado varias veces la ofensiva definitiva por la presencia de ciudadanos de a pie.
Según indicaron los sublevados, las personas que se han quedado en Sirte han sido tomados como rehenes por las brigadas fieles al antiguo régimen, que les utilizan como escudos humanos, lo que también ha raletizado el ataque contra la urbe.
Con la toma del aeropuerto internacional, de la vía rápida que atraviesa la ciudad y de uno de los cuarteles gadafistas más importantes, los rebeldes afirman controlar al menos el 80 por ciento de Sirte, pero reconocen que hacen frente a una fuerte resistencia en algunas zonas. «Cuando todo el centro de la ciudad sea evacuado por sus habitantes, la toma de Sirte será una cuestión de horas», aseguraron desde el CNT.
Por el momento, hay combates esporádicos y bombardeos intermitentes, si bien, la buena noticia llegó a primera hora de la tarde, cuando la Cruz Roja pudo acceder por primera vez a la ciudad y entregó en el hospital material quirúrgico para tratar a 200 heridos.
Por otro lado, la OTAN informó de que ha perdido el rastro de cerca de 10.000 misiles almacenados en los arsenales del Ejército libio, presumiblemente robados aprovechando el fragor de los combates, y que podrían ser empleados en atentados terroristas contra aviones comerciales, según reconoció el jefe del Comité Militar de la Alianza Atlántica, el almirante Giampaolo Di Paola.
La mayor parte del armamento desapareció de los almacenes del coronel Muamar el Gadafi durante la caída de la capital, Trípoli, el pasado mes de agosto, aprovechando el lapso de tiempo desde la entrada de los rebeldes hasta que el Consejo de Transición Nacional libio asumió el control total de la ciudad.
La OTAN da prácticamente por sentado que los misiles -modelos SAM, de recorrido tierra-aire en su práctica totalidad- están siendo transportados fuera del país por contrabandistas y podrían acabar en manos de organizaciones terroristas como Al Qaeda.
