Son tan efímeros como la propia Semana Santa, y su belleza está tanto en su continente como en su contenido. En poco más de 24 horas, las iglesias y parroquias de Segovia, al igual que las de todo el mundo, destinan una capilla o altar después del Oficio de Jueves Santo para reservar la Sagrada Forma consagrada hasta el Viernes Santo, donde se administra en la eucaristía del oficio del día. Son los llamados ‘monumentos’ que, aunque no son tan frecuentados como las grandes obras patrimoniales que atraen al turismo, forman parte de una de las tradiciones más singulares de estos días, íntimamente relacionada con la liturgia del Triduo Pascual.
El montaje del ‘monumento’ supone todo un reto para las parroquias que, año tras año, se afanan por decorar profusamente este pequeño altar, que puede estar ubicado bien en una capilla lateral del templo o incluso en alguna cercana al mismo. Colgaduras, reposteros, corporales, frontales, flores y velas blancas —no menos de 12 según la norma dispuesta por el papa Benedicto XIV—, son los adornos más usuales empleados para este altar, donde el sagrario debe ocupar un lugar preferencial ya que albergará las formas consagradas en la misa de Jueves Santo que se custodiarán hasta el oficio del Viernes Santo.
Algunas fuentes históricas sitúan el origen de esta tradición en la antigua disciplina eclesiástica en la que los viernes no se consagraba en las iglesias, y se solía reservar en un lugar específico formas consagradas bien para los enfermos o para la comunión del propio sacerdote. Así, los jueves el celebrante consagraba dos formas que se reservaban hasta el viernes en la ‘Misa de Presantificados’ como era
conocida.
En algunas iglesias, tras el oficio del Jueves Santo, se acostumbraba a cerrar la puerta del sacrario y sellarla con pastillas de cera, como evocación del sello que los sacerdotes judíos ordenaron poner en el sepulcro de Jesús. La ‘cera del monumento’ es objeto de veneración por parte de los fieles, que acuden a recibir una porción después de que el sacerdote lleva a cabo esta ceremonia.
Esta tradición litúrgica se lleva a cabo también en la Basílica de San Pedro, donde el Papa lleva el cáliz con la Sagrada Forma bajo un palio portado por ocho obispos hasta la Capilla Paulina proyectada por Bernini iluminada por más de 500 candelabros.
La instalación de los monumentos dio lugar a un ejercicio piadoso consistente en la visita a siete templos en la mañana del Viernes Santo, para en cada uno de ellos realizar una breve oración para recordar el sufrimiento de Cristo durante su pasión y muerte. Así, tras la oración, el visitante debe rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria para completar la visita.
