Gabarreros, resineros, carboneros, pastores, vaqueros, esparteros, yunteros, mineros, yeseros, cazadores, pescadores, apicultores…. Múltiples han sido los oficios que la dado la Sierra de Guadarrama durante los últimos siglos.
Gran parte de ellos han desaparecido. Otros se mantienen aunque sus modos de vida no se parezcan en nada a los que tuvieron antaño sus antecesores.
De aquellos antiguos pobladores de las laderas serranas, que supieron ganarse la vida de los recursos forestales, agrícolas, cinegéticos o micológicos de Guadarrama, da cuenta uno de los últimos libros publicados por la editorial Guadarramistas.com y que se venden a poco más de 15 euros.
Su autor, Ángel Sánchez Crespo, relata como se hacía de forma habitual el proceso de acarrear el hielo desde los más altos neveros de la montaña hasta los pueblos segovianos o madrileños; conseguir la leña de las entrañas del monte, pastorear el ganado a cientos de kilómetros del lugar de residencia para encontrar los mejores pastos, obtener carbón vegetal con el costoso y arriesgado proceso de la cocción de la leña, trasladar miles de troncos a través del cauce de los ríos, extraer del mar su riqueza, en definitiva, obtener de la naturaleza sus frutos… fue en el siglo pasado y más atrás, un esfuerzo imprescindible para conseguir el sustento.
Bajo el título ‘La Naturaleza y sus oficios’, los lectores pueden encontrar más de cien antiguos oficios, algunos de ellos, muy pocos, se siguen manteniendo como motor económico o como residuo artesanal, pero la mayoría protagonizan el escenario de la historia de los habitantes de la Península y sus islas, cuando no existía la mecanización ni la industrialización para las tareas más elementales y duras en el entorno rural.
En la actualidad, la Sierra está poblada sobre todo de excursionistas, esquiadores o domingueros. Si hoy naciera de nuevo nuestra religión, la Virgen no se aparecería a un pastor, sino a un ciclista, seguramente.
El autor del libro asegura que con este trabajo se ha “pretendido hacer un repaso que los salve del olvido y un homenaje a todos aquellos esforzados, hombres y mujeres, gracias a cuyo tesón, en buena parte nos presentamos, hoy en día, como la sociedad que somos”. “Casi todos los oficios que mencionamos y explicamos en sus procesos eran duros o durísimos por el esfuerzo que requerían, se desarrollaban en condiciones extremas y tenían como elemento común el riesgo de la vida misma”, añade.
La amplia relación de tareas ligadas a la Sierra de Guadarrama las estructura el autor en varios capítulos organizados según el tipo de actividad. Comienza con los oficios del monte y la madera, donde se cita a los hacheros, gabarreros, resineros, pegueros, gancheros o carboneros. Con menos presencia se repasa a los loberos, neveros, recolectores de setas o a los guardas forestales.
El pastoreo también fue una actividad muy abundante, y en este capítulo se cita a los vaqueros, los duleros, esquiladores, boyeros o cabreros y porqueros. Pero también había otros profesionales más peculiares como los queseros, castradores, matarifes o yunteros. La actividad textil y la pedregosa también estuvieron vinculadas a Guadarrama, y existieron caleros, yeseros, lineros, cesteros, cañameros…. en definitiva toda una amplia variedad de profesionales.