No se trata de ninguna leyenda ni de ningún rumor que circula por el estrecho corredor continental de Centroamérica. La cruda realidad revela que la mayoría de las agresiones a menores, tanto de índole física como sexual, se realiza en el entorno familiar, y que son los padres y familiares más cercanos los principales atacantes de niños y adolescentes, según afirman diferentes estudios de los responsables de velar por los derechos y la seguridad de la infancia.
La señal de alarma se encendió durante un reciente foro de los Defensores de los Derechos Humanos de Iberoamérica, realizado en Costa Rica. La asesora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Nadine Perrault, declaró que la región tiene una enorme deuda en lo que respecta a la protección de los pequeños, tras asegurar que este sector de población se enfrenta a una situación «dramática».
La defensora de los habitantes de este país, Ofelia Tateilbaum, hizo una radiografía que confirma las grandes preocupaciones de la representante de la ONU. «Uno de cada tres niños en la zona carece de vivienda, uno de cada cinco no tiene acceso al agua potable y uno de cada siete no cuenta con servicios sanitarios. Miles de chavales sufren de abuso físico en sus propios hogares, en las escuelas y en las calles, y 80.000 mueren cada año a manos de sus propios padres o familiares cercanos», subrayó Tateilbaum.
Para Perrault, el problema principal que afrontan los pequeños en esta zona del mundo es la violencia: «No es solo lo que vemos fuera de casa, sino en todas partes, incluso en los colegios y en los mismos hogares». De hecho, señaló que en la región, Costa Rica es el único país que tiene una ley que prohíbe el castigo corporal contra los niños.
Esa crueldad generalizada, añadió la experta, se expresa de diversas maneras y no escapa siquiera a los sistemas de Justicia juvenil. Se traduce, además, en la existencia de redes dedicadas a la trata de niños en la pornografía infantil, en las agresiones por medio de Internet y el crimen organizado.
Muchos de los niños, según distintos defensores del Pueblo reunidos en la capital costarricense, son reclutados por las denominadas maras, es decir, grupos de delincuentes que operan especialmente en El Salvador y Honduras. Y tampoco escapan a las garras del narcotráfico. De hecho, las mafias dedicadas a esta actividad los enrolan muchas veces por la fuerza y los utilizan para el comercio al menudeo de droga.
«Es una forma terrible de violencia contra estos adolescentes que no tienen oportunidad de tener una vida libre dentro de sus comunidades», y viven azotados por «la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades», sostuvo Perrault.
Por otra parte, la asesora regional de Unicef advirtió de que en los países del área se impone la ley del silencio sobre este tipo de agresión, por lo que es muy difícil contar con datos y estadísticas reales.
Perrault lamentó también la escasez de recursos financieros de algunos Estados de la zona para impulsar programas de combate contra la violencia a los más pequeños. Así, en el encuentro de San José, la Cumbre de la Federación Iberoamericana de Defensores y Defensoras de los Habitantes lanzó un llamado a los Gobiernos con el objetivo de reforzar las políticas y los planes de protección a la población más vulnerable.
«En el mundo, el 85 por ciento de los niños con edades comprendidas entre los dos y los 14 años sufre castigos físicos y psicológicos. Infelizmente, las palizas siguen siendo socialmente aceptadas, muchas veces asociadas a la disciplina y consideradas necesarias para que los hijos crezcan como ciudadanos responsables», alertó Marta Santos País, representante especial de Naciones Unidas sobre la agresión contra los menores.
