Los iraquíes aguardan estos días con inquietud la retirada del Ejército de EEUU de los centros urbanos del país, prevista para el próximo martes, con el fundado temor a que vuelva a estallar la violencia y con la esperanza de que comience un ansiado período de paz.
«Esperamos ese día con impaciencia. El día en el que todas las tropas estadounidenses abandonen el país y dejen Iraq en manos de su pueblo y de su Ejército», asegura Yasin al Obeidi, un habitante de Salahedin, en el norte.
Aunque la retirada no será completa, pues continuarán operativos algunos cuarteles de fuerzas mixtas, Al Obeidi confiesa sus temores ante la posibilidad de que regrese la violencia. «¿Significará la retirada el final de los atentados?», se pregunta este iraquí, que ha sido testigo, como el resto de sus compatriotas, de seis años de presencia militar estadounidense.
El pasado diciembre, Washington y Bagdad rubricaron un acuerdo de seguridad que estipula la retirada de los soldados norteamericanos de las ciudades antes de julio de 2009 y de todo el territorio iraquí antes de enero de 2012.
La preocupación de que se repita la espiral de violencia que hace dos años estuvo a punto de llevar al país a una guerra civil ha aumentado en los últimos días tras un repunte de la violencia, especialmente en Bagdad, donde al menos 65 personas murieron el miércoles por el estallido de una moto bomba en el barrio de Ciudad Sadr, de mayoría chiita.
Mohamed Sirdad, un ciudadano kurdo iraquí, asegura que «esta retirada supondrá una prueba crucial para las tropas iraquíes, que tendrán que demostrar, por un lado, su habilidad para mantener la seguridad y la estabilidad y, por otro, su capacidad de defender sus fronteras». Sirdad subraya, además, que este repliegue es una demanda compartida por todos los grupos y facciones.
Por su parte, un antiguo oficial de los aparatos de inteligencia, Mahdi al Obeid, comenta que los iraquíes también temen que las Fuerzas Armadas acaben convirtiéndose en una herramienta al servicio de una determinada comunidad religiosa o de una facción política. «La retirada estadounidense enfrenta a las ciudades a varios retos, especialmente al del vacío de seguridad en un momento en que la lealtad del Ejército iraquí aún no está clara», comenta Al Obeid. De igual modo, el analista político Nayem Husein, muestra sus dudas ante el nuevo período. «Las evidencias indican que no existe una estrategia nacional compartida por los distintos grupos políticos para hacer frente a la etapa posterior a la retirada», sostiene Husein.
El primer ministro, Nuri al Maliki, que ha declarado el próximo martes día festivo para celebrar el repliegue, declaró este semana que, con este movimiento, Irq avanza hacia una etapa más estable en la que sus habitantes han de continuar la reconstrucción del país unidos.
Sin embargo, funcionarios iraquíes y estadounidenses advirtieron de que esperan que se eleve el número de ataques mientras se retiran las tropas, así como en las vísperas de las elecciones parlamentarias de enero.
Además de los miedos, esperanzas y alegrías ante el principio del fin de la ocupación, muchos no pueden evitar recordar con amargura los largos años de conflictos y muertes.
«Me destrozaron la vida antes de retirarse, y ahora ¿quién me la devuelve?», asegura Abdalá Mahmud, un profesor de secundaria, que cuenta cómo perdió a su mujer y se quedó postrado en una silla de ruedas como consecuencia de un ataque aéreo de EEUU.
