El Reino Unido celebraba ayer unos comicios fuera de lo común, los primeros en décadas en los cuales ninguno de los dos grandes partidos del país, el laborista y el conservador, tenían asegurada una mayoría absoluta, por más que fueran los tories del candidato David Cameron quienes encabezaban las encuestas. Al cierre de esta edición aún no se conocían resultados ni tan siquiera sondeos a pie de urna, por lo que la incógnita de quién ocupará el 10 de Downing Street, residencia del primer ministro británico, seguía sin despejarse.
Los 50.000 colegios electorales a los que están llamados a votar unos 45 millones de ciudadanos británicos abrieron sus puertas a las 7 de la mañana, en una jornada que se prolongó hasta las 10 de la noche, una hora más en España.
Los tres candidatos a primer ministro, el laborista y actual jefe del Gobierno, Gordon Brown, el conservador David Cameron y el liberal demócrata Nick Clegg, votaron en sus respectivos distritos antes de retirarse para esperar el veredicto de las urnas, que estaba previsto llegara bien entrada la madrugada de hoy.
Se esperaba una participación en torno al 55 por ciento, aunque el porcentaje podría ser mayor debido al gran interés que han suscitado estas elecciones por lo incierto del resultado y por el impulso mediático que supusieron los tres debates televisados.
Las encuestas más recientes sobre intención de voto pronosticaban que los tories obtendrán un 35 por ciento de los sufragios, los laboristas entre un 29 y un 30 por ciento y los liberal demócratas entre un 24 y un 26 por ciento.
El Reino Unido tiene un sistema mayoritario simple a una sola vuelta, en el que cada una de las circunscripciones uninominales es ganada por el candidato que logra la mayoría simple de los votos, y si los sondeos aciertan, la Cámara de los Comunes no tendrá una mayoría absoluta, algo que no ocurre desde el año 1974.
Tres cadenas de televisión iban a dar conocer encuestas a pie de urna cuando cerrasen los colegios electorales, pero el recuento de las 649 circunscripciones en juego es lento y no iba a permitir asegurar un ganador hasta altas horas.
La Cámara de los Comunes británica (cámara baja del Parlamento) está formada por 650 diputados (533 ingleses, 59 escoceses, 40 galeses y 18 norirlandeses), pero en una de las circunscripciones -Thirsk and Malton (en el norte de Inglaterra)- no habrá elección hasta el 27 de mayo por la muerte de uno de los candidatos.
Las encuestas previas a las elecciones indicaban que los conservadores podrían recuperar el poder, aunque sin mayoría absoluta, tras 13 años de Gobiernos laboristas, Los tories llevaban una ventaja de ocho puntos a los laboristas, según un sondeo que atribuye a los primeros un 36 por ciento, seguidos de los laboristas con un 28 por ciento y los liberaldemócratas de Nick Clegg, en tercer lugar con un 26 por ciento.
Otro sondeo para el diario The Independent ysitúa también primeros a los conservadores con un 37 por ciento y empatados con un 28 por ciento a laboristas y liberaldemócratas. En ninguno de los casos obtendría Cameron la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes, que le habría permitido marcar la agenda sin depender del apoyo de otros partidos minoritarios como podrían ser los unionistas de Irlanda del Norte.
Posibles alianzas
Una alianza táctica con los liberaldemócratas en cambio es altamente improbable, según los analistas, ya que el precio que exigirían éstos -la reforma del sistema electoral para hacerlo más representativo- sería inaceptable para los tories. Un resultado tal y como el que pronostican los sondeos puede terminar contentando a todos: a los tories, porque volverían al número 10 de Downing Street, residencia del primer ministro; a los laboristas, porque habrían logrado impedir una victoria contundente de los conservadores, y a los liberaldemócratas, porque habrían roto el tradicional bipartidismo.
El reto al que se enfrentarían los liberaldemócratas, en palabras de su líder, sería buscar un compromiso entre los dos mayores partidos rivales sin caer «en el mínimo común denominador» en momentos en que, debido a la crisis y el enorme déficit público, el país necesita una política clara y coherente.
Otra incógnita es si, una vez reconocida su eventual derrota, el hasta ahora primer ministro, Gordon Brown, querrá continuar como líder del partido o decidirá pasar el testigo a su segunda, Harriet Harman, quien encontraría a su vez oposición en algunos sectores del laborismo.
