La fiesta del Rosario ha sido motivo de varias celebraciones este año. La Virgen estrenó corona el domingo y lució aureola restaurada y un pendón encarnado, más pequeño que el titular, que ya no salía en procesión por su peso excesivo.
Además, el vecindario del pueblo conmemoró que exactamente hace 124 años se tomó una fotografía durante la procesión del 2 de octubre de 1898, imagen que posteriormente ha ilustrado la portada del libro ‘Pinarnegrillo oído, visto y leído’.
Por último, pero no menos importante, como es de conocimiento popular, “cuando sale Nuestra Señora sale el sol” porque aunque el día esté lluvioso, las nubes se desvanecen en cuanto sale la procesión.
Historia
Mª Eugenia Santos Tardón ha explicado que el sacerdote Celedonio Frutos dejó escrito el porqué de esta tradición popular a raíz de la función celebrada el 22 de noviembre de 1846, con motivo del estreno de un vestido y manto nuevo de la Virgen.
Se sabe que el párroco quiso trasladar la función al día 8 de diciembre, por estar el tiempo de lluvias, pero el pueblo no era partidario de cambiar la fecha; y así lo describe:
“Sólo podía inferirse algo con decir que para desahogar su devoción y la alegría que no cabía en sus pechos, tuve que acceder a que fuera la Virgen Santísima por mitad de las tierras, dando vuelta a todo el lugar. Todos gritaban ¡Milagro! Porque estando el tiempo metido en lluvias, motivo por el que traté de trasladar dicha función al día de la Purísima Concepción, por ser misterio de la Señora y parecerme más a propósito en vista del mal tiempo, esperando que tal vez se aclarara, no obstante, como ya estaba anunciada para el día 22, fue tal la conmoción, que tuve que aquietarle, diciéndoles que sería la función el dicho día 22, estuviese el tiempo de cualquier modo. En efecto, apenas comenzaron las campanas a anunciar la víspera, se despejó la atmósfera visiblemente y quedó una noche de mayo, que fuera por el numeroso concurso o por la bonanza del tiempo, cuando salíamos del Rosario, letanía cantada, salve y muchas coplas que cantaron los devotos y devotas a N. Sª, sudábamos. Hubo enseguida hoguera, fuegos artificiales, tiros, infinidad de cohetes, en que todo el pueblo manifestaba el más satisfactorio regocijo. (…) Era el ver danzar a todos, delante de la engalanada Imagen de la Madre Amable, Madre de Misericordia. Las mujeres solas fueron, sin duda por temor reverencial de mi presencia, las que se contuvieron y guardaron la forma de procesión, derramando lágrimas de contento y viendo a la inmensa multitud de danzantes echar un arroyo por cada poro, del calor que hacía y codicia que se daban a bailar y festejar a la Madre de Dios, nuestra Abogada”.
