De nuevo a la ciudad de Segovia le honra revivir la proclamación de la reina Isabel la Católica. En esta ocasión, y con motivo del 550 aniversario, que se celebrará el 5 de octubre. Bien es sabido, que las fechas no se corresponden con las verdaderas, pero también, que los meses de invierno profundo (o sea, el 13 de diciembre) son muy duros para rememorar cualquier acto de estas características. Dado que muchas veces se confunden, debemos mencionar que lo que aquí se celebra es un acto de proclamación y no de coronación. Todos hemos visto, recientemente, la coronación real de Carlos de Inglaterra. Y si bien no es igual en todos los territorios, los diferentes ritos que vimos representados no son tan modernos como en un principio podemos creer y nos pueden llevar a confundir un ceremonial con otro.
Los acontecimientos que llevaron a la proclamación surgieron inesperadamente. La infanta estaba en la ciudad y, tras la muerte de su hermano Enrique, en Madrid, era necesario actuar con la mayor rapidez. En el caso que nos ocupa, la legitimación es un concepto fundamental para estudiar este rito de proclamación y, de hecho, va a acompañar a los monarcas gran parte de su reinado. Legitimar es atestiguar algo como propio. Y eso fue lo que Isabel hizo ese 13 de diciembre de 1474, proclamándose reina de Castilla; privilegio que, a priori, correspondía a su sobrina Juana.
En 1468, Enrique IV e Isabel firmaron el tratado de los Toros de Guisando por el que el rey nombraba heredera a su hermana, reservándose el derecho de organizar su desposorio. Con ello, alejaba del trono a su hija Juana. Pero, tras la boda a escondidas de Isabel y Fernando, se consideró nulo el tratado y se proclamó heredera a Juana. Hubo desavenencias e intentos de acercamiento, pero pese a todo, y tras la muerte del rey el 12 de diciembre, su hermana Isabel se proclamó reina, al día siguiente, en Segovia. Dicha proclamación se recoge en el acta concejil, guardada en el Archivo Municipal de la ciudad. Actualmente podemos disfrutar de una copia en el Ayuntamiento. También disponemos de la información que aportaron algunos de los cronistas de la época, pero si lo que verdaderamente queremos es saber con certeza lo que aconteció ese día debemos fijarnos en el acta recogida por Pedro García de la Torre.
En esta ocasión, no realizaremos una descripción de los hechos, sino que esbozaremos unos apuntes sobre los elementos simbólicos imprescindibles en estas ceremonias y que aparecen reflejados en el corpus escrito de dicha proclamación, que recoge aquellos materiales alegóricos que dan especial valor, significado y relevancia a este ceremonial que tantas carencias tenía por la premura con la que se orquestó. Aquí, los símbolos son utilizados en un contexto espacio-temporal como un elemento clave al servicio del ceremonial y como un modelo de comunicación que sirve de estrategia de justificación, difusión y publicitación del poder.
El acta concejil alude al uso de varios elementos que son significativos para poder hacer una interpretación adecuada de la secuencia. En un primer lugar nos encontramos con la fórmula de los juramentos. En este caso no se produce un solo juramento, sino que nos encontramos varios, en primer lugar el que se produce cuando la reina a través de dos de sus oficiales informa al concejo de la muerte del rey y solicitan a este que la reciban y obedezcan como reina de Castilla, después la solicitud del concejo de que se le confirme mediante juramento el fallecimiento del monarca, posteriormente, el juramento público de la reina de los privilegios y derechos del reino y por último, el de las libertades y derechos de la ciudad. Todos se realizaban en la mayoría de las ocasiones de rodillas y siempre con la mano derecha sobre la señal de la cruz y los evangelios. Por lo general, tras estos se producía un besamanos como gesto de sumisión y obediencia. Otro elemento destacable es el uso de un cadalso de madera, situado en el portal de la iglesia de San Miguel, en la plaza Mayor, con una silla real que hacía en este caso de trono reservada exclusivamente para la reina como símbolo de la soberanía regia. Estaba colocada en un lugar preeminente y destacado lo que aseguraba su carácter palatino y de representación del poder. Otro elemento que se hace presente en el texto son las varas de la justicia que representan la delegación de la justicia real. El gesto de entrega del alcázar y las fortalezas tiene enorme importancia porque particulariza en el rey la postura de acatamiento. Uno de los componentes más representativos de estos actos es la aclamación “Castilla, Castilla, Castilla…”, supone un momento de exaltación y glorificación del monarca. Otro ingrediente indispensable es el uso que se hace del pendón real en estas ceremonias ya que es un símbolo de la institución real que en ausencia del monarca le sustituye. Su alzamiento representa el reconocimiento público del rey. El acto se cierra con una oración en el altar mayor de la iglesia, elemento habitual del ceremonial cortesano.
Mediante estas ceremonias los monarcas comunicaban difundían y publicitaban el poder real. El uso de estos símbolos con lo que cada uno de ellos representa es una clara estrategia de comunicación al servicio de la corte y en este caso sirven para declarar la legitimidad, la autoridad y la soberanía regia. Ahora, sólo nos queda ver la representación y poder disfrutar de tan singular acontecimiento.
——
(*) Profesora de Publicidad y Relaciones Públicas de la UVa.
