El despoblado de San Medel, en el término municipal de Valseca, conserva entre sus tierras siglos de historia. De origen celtíbero y medieval, esta zona fue testigo del paso de pastores, carreteros, molineros y viajeros, quienes dejaron tras de sí huellas de su paso, según cuenta el cronista oficial de Valseca, Álvaro Pinela.
La ermita románica, que domina las tierras de labrantío, ya daba muestras de decadencia en el siglo XV. La construcción se mantuvo en pie hasta el siglo XX, cuando su ruinoso estado llevó a la extracción de varios de sus elementos arquitectónicos para su conservación. En 1941 se donaron capiteles, portadas y ventanales que terminaron instalados en la Biblioteca Pública de Segovia y, años más tarde, en el Alcázar y la iglesia de la Vera Cruz.
Pero la historia de San Medel no terminó con la decadencia de su antigua ermita. En 1993, tras décadas sin culto en la zona, la familia Lázaro, oriunda de Sacramenia, decidió recuperar el espíritu devocional del lugar. Sobre unos terrenos cercanos a la actual autovía, donde también instalaron la estación de servicio San Medel, construyeron una nueva ermita como homenaje al santo que dio nombre al despoblado. La nueva construcción alberga un altar, imágenes religiosas y una representación del martirio de San Medel. Desde entonces, cada 25 de mayo se celebra en ella una misa en honor a San Medel, seguida de la tradicional bendición de vehículos.
Pero el lugar esconde más secretos. Desde el siglo XIX aquí se establecía un portazgo que imponía impuestos a los viajeros de la nueva carretera a Valladolid. En 1862, dos vecinos de Valseca, hieren con arma de fuego al encargado de las obras de la carretera. En 1884, el molinero de San Medel se desplaza a Segovia y deja al cuidado del molino, hoy desaparecido, a un joven quien con una escopeta supuestamente mató a la criada del molinero.
Pero el suceso que puso fin a la historia de la Venta de San Medel ocurrió en 1928, cuando un quinquillero acabó con la vida de la ventera, asesinándola.
Trágicos sucesos y vestigios del pasado que llegan a nuestros días gracias a la investigación de expertos como Pinela y a la tradición popular. Los nuevos pobladores no sólo perpetúan la memoria de un despoblado con una historia milenaria, sino que actúan como nexo emocional con los pobladores de otro tiempo que también dieron vida al territorio.
