Siempre me pareció que esa rivalidad entre los Reyes Magos y Santa Claus o Papá Noel tenía los días contados. No habría quién pudiera con la influencia anglosajona y el poder de la publicidad. Añadido a ello es que, mientras que los pobres Reyes no son motivo de ninguna ficción, no hay año que Hollywood no nos haga llegar alguna película con el Santa, como dicen ellos, como protagonista. Algunas por cierto han llevado al personaje a la degradación más absoluta como esa que lo convierte en un criminal (‘Bad santa’, 2018) o esa otra de 2023 que lo presenta como un borrachín violento, capaz de cargarse a todo un grupo de mercenarios que han asaltado una casa justo el día que él trae los regalos y que en el original se titulaba ‘Violent night’ y en español se les ocurrió titular “Noche de paz”, supongo que con tosca ironía.
Es posible que este tipo de degradaciones haya hecho posible que los Reyes vayan aguantando el tirón con bastante dignidad. Los Reyes aparecen en el capítulo 2 del Evangelio de San Mateo. No les llama Reyes sino Magos y tienen una dimensión teológica, es decir, para el evangelista, que escribe su Evangelio para cristianos procedentes del judaísmo, los Magos representan a todos los pueblos de la tierra donde será anunciado el Evangelio. El que fueran de distintas razas es de origen medieval y los nombres aparecen por primera vez en un mosaico del siglo V en Rávena (Italia), pero sospecho que pueden tener su origen en algún evangelio apócrifo.
Lo que sí dice el Evangelio es que “venían del Oriente”. Siempre hemos pensado que el Oriente de Palestina son los actuales Irán o India, pero no, eso es el Norte. Y del norte nunca vino nada bueno. Del Norte vinieron los hititas, los asirios, los babilonios y los persas. Todos ellos habían oprimido y saqueado a Israel en la antigüedad. El Oriente en Palestina es la Península Arábiga. De allí, el actual Yemén y el Golfo de Omán, partían las caravanas que cruzaban el desierto de Sin y el territorio de Edom, entraban en territorio nabateo, bajaban a la depresión del Jordán – 300 metros bajo el nivel del mar – y subían, por la Senda de los Alacranes, hasta el desierto del Neguev – 900 metros sobre el nivel del mar- para llegar hasta los puertos de Áscalon o Gaza. Lo que los Magos ofrecen (oro, incienso y mirra) son los productos que portaban esas caravanas y que tienen también un sentido simbólico.
Un beneficio indirecto de los Magos es que cuando en el 614 los persas llegaron hasta la basílica de Belén, después de haber destruido Jerusalén, y se disponían a arrasarla, se fijaron en unos mosaicos que hay en las paredes de la basílica en la que se aprecia a tres personajes vestidos con ropajes orientales que llevan ofrendas a un niño. Se sintieron identificados con ellos y la hermosa basílica, construida por nuestro paisano Teodosio a finales del siglo IV, se libró de la quema.
En cuanto a Santa Claus, lo cierto es que queda poco del personaje real que da origen a su historia. Hasta hay quien piensa que es un personaje inventado por la Coca Cola. Y aunque es cierto que la Coca Cola lo vistió con sus colores allá por los años cincuenta, el personaje de origen es muy interesante.
Nicolás era un obispo de Mira, una ciudad al sur de la actual Turquía, que vivió en la época en que Teodosio estaba construyendo la basílica de Belén. En Mira murió y fue enterrado, siendo muy querido por sus feligreses. Años después, cuando los musulmanes invadieron Anatolia, sus restos fueron trasladados a Bari (Italia).
Su relación con la infancia procede, por una parte, de que en Navidad mandaba a sus diáconos para que dejaran en las ventanas de los niños más pobres, castañas y dulces. Por otra, por el milagro que cuenta que salvó a un niño que había sido arrojado a un caldero de aceite hirviendo. En la iglesia de Fresno de Cantespino, dedicada a San Nicolás, se conservan toda una colección de grandes cuadros que nos narran la vida del Santo y entre ellos destaca el referido milagro del niño salvado del caldero.
Y, sobre todo, es conocida la historia por la que salvó a tres niñas de ser vendidas por un padre acuciado por las deudas. Según se cuenta, una noche Nicolás echó por la chimenea de la familia tres monedas que cayeron en los calcetines que habían puesto a secar. Cuando por la mañana se levantaron y se fueron a poner los calcetines, descubrieron las monedas y con ellas pudo pagar su padre las deudas. Esa tradición se extendió por todo el mundo. Como curiosidad, en los Países Bajos mientras que para nosotros S. Nicolás viene del Polo Norte, para ellos viene en barco desde España.
Así pues, nada de competencia. Los niños estarán de acuerdo en que S. Nicolás y los Reyes serán siempre bienvenidos.
