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El Adelantado de Segovia

“Los monarcas intentaron frenar la entrada de sedas chinas para proteger las sederías andaluzas”

Cinta Krahe

por Mercedes Temboury
24 de noviembre de 2024
en Segovia
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—¿Cómo empezó su interés por China?

—Mi interés por China comenzó, como sucede con muchas trayectorias académicas, gracias a una excelente profesora en la universidad: Carmen García-Ormaechea, gran comunicadora en el ámbito del arte oriental, quien despertó en mí una profunda fascinación por este tema. Además, mi madre, de origen inglés, compartía una gran pasión por el mundo de la cerámica. Desde niña, solía acompañar a mis padres en recorridos por anticuarios en Inglaterra y Francia, pasando jornadas enteras en librerías de viejo y visitando también las fábricas de porcelana cerca de Stoke-on-Trent, en Inglaterra. Allí aprendí a identificar los distintos estilos de decoración y descubrí que la porcelana no fue un invento europeo, que existieron civilizaciones altamente desarrolladas como la china y que Europa no fue, durante muchos siglos de la historia, el centro del mundo. Este aprendizaje fue revelador, pues me permitió comprender la rica complejidad de otras culturas y sus contribuciones fundamentales al desarrollo global.

—¿Cuál ha sido su recorrido académico?

—Después de graduarme en Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid, continué mis estudios en Arte y Arqueología de China en la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres. Por una casualidad del destino, durante un seminario sobre arte chino de exportación en el Museo Peabody de Salem (EE.UU), conocí a quien luego sería mi director de tesis, el profesor Christiaan Jörg de la Universidad de Leiden. El profesor Jörg me convenció para escribir la tesis en inglés, dado que se trataba de un tema completamente inédito: hasta ese momento, nadie se había ocupado de investigar la recepción de porcelana en la España de los Austrias, algo sorprendente, considerando que la Monarquía Hispánica fue un imperio global con un monopolio comercial.

—¿Llegó a vivir en China?

—Viví en Pekín durante dos años a principios de los años 90, lo que me permitió experimentar la China comunista. En esos años, la mayoría de la población se desplazaba en bicicleta y vestía de manera uniforme: los civiles de azul, mientras que los militares usaban uniformes verdes. Los productos lácteos eran casi inexistentes y solo se podían adquirir en la Tienda de la Amistad. Conservo entrañables recuerdos de los paseos por los barrios tradicionales (hutong) y de mis visitas a la Ciudad Prohibida. Sin embargo, mi llegada coincidió con el periodo posterior a la masacre de Tiananmen, lo que se tradujo en una estricta vigilancia sobre los extranjeros y limitaciones en nuestras interacciones con los ciudadanos chinos.

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—¿Qué importancia tenía el Galeón de Manila en el comercio mundial?

—La relevancia del Galeón de Manila fue fundamental, pues permitió la conexión entre tres continentes, estableciendo un eje comercial que partía de China, donde se adquirían la mayor parte de las manufacturas como las sedas y las porcelanas que llegaban a Manila donde residían las comunidades de comerciantes y artesanos chinos (sangleyes). Desde el descubrimiento del tornaviaje en 1565, los galeones realizaban travesías hacia Acapulco: una parte de la mercancía se distribuía en México, mientras que el resto se transportaba hasta Veracruz a través del camino antiguo de los virreyes, y, finalmente, llegaba a Sevilla en los siglos XVI y XVII, y a Cádiz en el siglo XVIII. La inauguración de la ruta del tornaviaje coincidió con el levantamiento de la prohibición del gobierno chino al comercio marítimo en 1567. Asimismo en 1571, se promulgó en China la Ley de impuestos conocida como Látigo Único que introdujo la plata como forma de pago universal. Se podría decir por tanto que la voracidad de la demanda china de plata se sumó al impulso de las nuevas redes comerciales que conectaban Asia, América y Europa.

—¿Qué artículos del Galeón de Manila eran los más deseados en Europa y en los otros territorios de la Monarquía Hispánica?

—Algunos han comparado las bodegas del Galeón de Manila con las cuevas de Alí Babá, pues allí se transportaban todas las riquezas del Oriente, siendo la seda el producto principal. Este valioso tejido impulsaba el intercambio, aunque los comerciantes chinos añadían otros productos, como el algodón y, por supuesto, la famosa porcelana china. La plata americana multiplicaba su valor por tres al entrar en China y conseguía seda a precios mucho más bajos que los que ofrecían las sedas de España o las del mismo México: entre 1572 y 1588 el 95% de los bienes que Manila importó de China fueron sedas que constituyeron el producto más importante que México importó de China. También transportaba mobiliario de laca japonesa y se comercializaban las especias —pimienta, clavo, nuez moscada y canela, esta última la cuarta más importante—, así como diversos productos conocidos como ‘drogas,’ entre los que se incluían artículos farmacéuticos, estimulantes o de perfumería, como el té y el ruibarbo. Desde Filipinas, aunque el flujo de productos locales era menor, se exportaban cadenas de oro finamente labradas, muy presentes en la pintura española del Siglo de Oro, así como preciosos marfiles hispano-filipinos, utilizados especialmente en la escultura devocional. El primer Galeón de Manila salió en junio de 1573 con 700 piezas de seda, unas 11.000 piezas de telas de seda y algodón, y unas 22.000 piezas de porcelana.

—¿Por qué no existían aquí?

—La seda se fabricaba en diversos talleres de la península y también en la Nueva España aunque los monarcas intentaron frenar la entrada de sedas chinas para proteger las sederías andaluzas con leyes suntuarias. Sin embargo, estas leyes nunca se siguieron estrictamente en España, y mucho menos en México y Perú, donde la élite se exhibía públicamente envuelta en seda china. En lo que se refiere a la porcelana, hubo intentos de fabricar porcelana en la Italia de los Médici, la composición exacta siguió siendo un misterio hasta que Augusto el Fuerte de Sajonia descubrió depósitos de arcilla de caolín en la ciudad alemana de Meissen, en el electorado y ducado de Sajonia, a inicios del siglo XVIII. Este hallazgo fue decisivo, ya que permitió finalmente la producción de porcelana en Europa. Sin embargo, a lo largo de todo el siglo XVIII, la porcelana continuó importándose de China debido a su calidad excepcional y a su precio, considerablemente más económico que el de la porcelana europea. A finales del siglo XVIII, el comercio de porcelana china perdió peso en Europa, ya que comenzaron a proliferar manufacturas locales de porcelana en todo el continente

—Ha sido pionera en investigar las colecciones de porcelana de los Austrias ¿Qué nos puede decir de su búsqueda?

—Mi investigación sobre las colecciones de porcelana de los Austrias fue un auténtico reto, pues cuando comencé no se conservaba ninguna pieza de porcelana de la época en los Reales Sitios. De la extensa colección de objetos de Asia Oriental del rey Felipe II, quien llegó a reunir unas 3,000 piezas de porcelana china en el Alcázar de Madrid, hoy en día solo quedan algunos ejemplos de mobiliario, textiles y armaduras; sin embargo, no se conserva ningún recipiente de su renombrada colección de porcelana china, la cual estableció un modelo de coleccionismo que otras cortes en el norte de Europa imitaron. Según mis investigaciones, lo más probable es que la colección se dispersara a lo largo del siglo XVII, y que las piezas restantes sufrieran enormes pérdidas en el incendio de Nochebuena de 1734, compartiendo así la desafortunada suerte de otros objetos valiosos como pinturas, mobiliario lacado y marfiles. Para reconstruir el mundo coleccionista de los Austrias, recurrí a diversas fuentes primarias que me permitieron realizar una aproximación precisa y documentada. Entre ellas, empleé las descripciones de los registros de los inventarios de los monarcas y la aristocracia, el análisis de la pintura de la época y los hallazgos provenientes de la arqueología terrestre y submarina. Asimismo, identifiqué las piezas mediante comparaciones con objetos paralelos conservados en otras colecciones, tanto dentro como fuera de España. Este enfoque multidisciplinario resultó esencial para comprender y reconstruir el alcance y significado de las colecciones de porcelana de los Austrias en el contexto de su tiempo.

—¿Por qué eran desconocidas frente a los objetos ingleses u holandeses de Compañía de Indias?

—Siempre afirmo que, cuando se tiene algo en exceso, se deja de apreciar. En el caso de la porcelana y otras manufacturas asiáticas, la recepción de estos objetos artísticos no se interrumpió en la península. La porcelana se comercializaba desde los puertos de Sevilla y también desde Lisboa porque desde 1583 hasta 1640 la corona de Portugal formó parte de la Monarquía Hispánica. Según aparece documentado en los inventarios de la realeza y la aristocracia, junto a la porcelana china, la plata se utilizó también para el menaje doméstico como símbolo de ostentación sirviendo también como valor refugio. Cuando la comercialización de estos productos comenzó a escasear en el norte de Europa debido a la guerra con los Países Bajos, para los ingleses y holandeses estos objetos asiáticos, especialmente la porcelana y la laca japonesa, se volvieron sumamente codiciados. Esto incentivó los intentos de romper el monopolio comercial de los pueblos ibéricos y establecer sus propias rutas, otorgando a los objetos de sus respectivas Compañías de Indias un valor simbólico y de prestigio aún mayor. Es curioso que en España continuemos llamando a la porcelana oriental “de Compañía de Indias” porque así se denominaba en el norte de Europa, en lugar de llamarla porcelana del Galeón de Manila. Hasta 1785, no se creó en España la Real Compañía de Filipinas.

—¿Qué está investigando ahora mismo de las colecciones reales?

—Ahora estoy investigando la colección de arte asiático de la reina Isabel de Farnesio y en general el gusto chino en la España del siglo XVIII.

—¿Había también otros coleccionistas privados? ¿Y en América?

—Si, claro. Hubo grandes coleccionistas de porcelana en la época como el duque de Éboli, Juan de Herrera o las que poseyó García Hurtado de Mendoza, IV marqués de Cañete, que fue gobernador en Chile y virrey de Perú en la segunda mitad del siglo XVI. Fue precisamente el marqués de Cañete el primer noble español en encargar desde Lima a unos comerciantes afincados en Manila un servicio de porcelana china ornamentado con su blasón.

—¿Existe suficiente aprecio en España por los estudios de Historia del Arte?

—Considero que España posee un patrimonio artístico de primer nivel, con vestigios de una gran diversidad de culturas, incluida la china. Sin embargo, durante mi investigación, me sorprendió comprobar que, en el ámbito de la arqueología, se otorga mayor importancia al mundo clásico que a la Edad Moderna, lo que conlleva enormes dificultades para hallar fragmentos de porcelana en las excavaciones arqueológicas. La presencia de los estudios de Historia del Arte de Asia Oriental está muy poco representada en los departamentos universitarios; el arte oriental sigue siendo, en España, percibido como un exotismo.

—¿Hay carreras interdisciplinares con esa asignatura?

—En la Universidad Autónoma de Madrid se estudia Arte Oriental (arte chino) en varios grados: Historia del Arte, Ciencias y Lenguas de la Antigüedad y Estudios de Asia (Lengua y cultura china).

—¿Qué consejo daría a las nuevas generaciones de estudiantes de Historia del Arte?

—A menudo he considerado que la formación universitaria tiende a ser excesivamente teórica. Parte de mi experiencia profesional incluye el trabajo directo con piezas en ferias, subastas, anticuarios, excavaciones y colecciones; por ello, recomiendo a mis estudiantes que se acerquen al objeto artístico, que observen cómo está fabricado, lo manipulen y lo pesen. El contacto directo con las piezas permite una comprensión más profunda de los materiales, técnicas y detalles que los libros o las clases teóricas no pueden capturar por completo. Aunque entiendo que esto no siempre es posible en un entorno museístico, en el mercado del arte la manipulación directa sigue siendo viable. Cuando estudiaba en Londres, nuestros profesores fomentaban el análisis directo de las piezas, recomendándonos acudir a las casas de subastas los días previos para examinar las piezas en persona. Esta práctica resultaba fundamental para adquirir un conocimiento profundo de los objetos, los materiales y las técnicas de elaboración que, sin duda, no pueden captarse plenamente en un aula, una pantalla o a través de un texto académico. A lo largo de mi carrera profesional, he observado cómo algunos colegas realizaban trabajos de investigación minuciosos y rigurosos a nivel teórico. Sin embargo, al enfrentarse a la tarea de datar las piezas, cometían graves errores de cronología o de peritaje que terminaban por invalidar el valor de sus textos.

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