El deporte sigue siendo una actividad en la que, además de realizar una actividad física, se aumentan las relaciones interpersonales y se mejora la autoestima de quien lo practica. Pero también es un buen instrumento para utilizarlo a veces como propaganda en beneficio de unos intereses económicos y políticos.
Los grupos de inversión ahora están viendo una oportunidad ideal para aumentar sus ingresos y muchos estados lo utilizan para mejorar el sentimiento nacionalista cuando se producen las victorias de sus jugadores. Así, por ejemplo, según el período histórico, los dirigentes han obligado a sus ciudadanos a levantar la mano o el puño, según la orientación ideológica, para hacer propios los campeonatos logrados.
Pero no solo se ha utilizado el deporte para ensalzar las conquistas políticas o militares, también se ha usado para transmitir los ideales y valores que tratan de dignificar la condición humana. Siempre que ha sucedido una tragedia natural o un atentado terrorista, los deportistas más famosos han mandado un mensaje de apoyo a los damnificados. Incluso algunas competiciones con mucho respaldo mediático como la UEFA Champions League o la ATP apoyan campañas en contra del racismo o la violencia de género.
Pues ha tenido que llegar un Mundial de fútbol, en un lugar en el que este deporte es irrelevante para la inmensa mayoría de su población, para que se cercene la voluntad de varias selecciones que participan en él. La utilización de un brazalete multicolor defendiendo los derechos de la comunidad LGTBI no es dañino ni proselitista, sino que refuerza la voluntad de quien desea la igualdad de todos los ciudadanos. Sancionar este mensaje es más propio de un gobierno dictatorial que no respeta las libertades. ¿O es que la FIFA lo es?
