Cada vez son más los libros que te muestran hábitos saludables y te recomiendan todo tipo de ejercicios físicos, dietas o ambas cosas que has de realizar – siempre con una regularidad espartana – para que la felicidad llegue a tu vida a con un cuerpo aparentemente sano.
Nada hay más saludable que leer, y si con ese ejercicio que supone la lectura se aprende, mejor. Y si te sirve de algo lo leído, miel sobre hojuelas. No voy a ser yo el que impida leer a nadie. Pero lo importante es filtrar. Entre la ingente cantidad de propuestas que encontramos en las librerías – online y físicas – hay un porcentaje cada vez más elevado de indocumentados que te cuentan historias que atentan contra toda la lógica física, fisiológica o metabólica. Cuidado.
Para evitar caer en las manos de uno de estos personajes, aunque sea solo por no dejarle un duro por ese libro, no cuesta nada documentarse previamente, no dejarse llevar por las promesas milagrosas y tener muy claro que es solo el esfuerzo el que trae consigo una recompensa, y que ésta puede ser más o menos grande en función de aspectos que a veces se escapan a nuestro estricto control.
Ahora es sencillo autoeditarse, las redes sociales magnifican todo y la formación se empareja temerariamente a la experiencia como aval preponderante para transmitir conocimientos. Es un caldo de cultivo ideal para que los consumidores asumamos riesgos innecesarios.
Perder peso, preparar pruebas o mejorar marcas o simplemente encontrarse bien son objetivos trascendentes para muchas personas. Y no pueden afrontarse a lo loco.
