Sebastian Coe, presidente de World Athletics, amenazaba con suspender a los deportistas (les llama imbéciles) que participen en los Juegos Mejorados durante la presentación de los recientes Mundiales de atletismo de pista cubierta en Glasgow.
Los Juegos Mejorados consisten, básicamente, no ya en permitir el dopaje de sus deportistas, sino en incentivarlo. Eso sí, bajo supervisión médica con exhaustivos exámenes clínicos basados en el control de 128 biomarcadores que confirmen que el deportista está en condiciones de competir con alta seguridad para su salud.
Y con tres fines: uno, superar los límites humanos a través de la ciencia; dos, eliminar el riesgo para la salud que supone el dopaje actual a través de sustancias de muy corta vida metabólica, procedentes de farmacias clandestinas, destinadas a superar los controles; y tres, para que se beneficie económicamente mucho más a los atletas que a los burócratas y dirigentes que manejan la industria. Como Coe, por ejemplo. Por ello, comprendo su preocupación con los Juegos Mejorados, pero más que por la integridad del atletismo, como él dice, por la amenaza a su negocio de un proyecto que cuenta con el apoyo de, entre otros multimillonarios, Elon Musk.
Quizás no en la primera edición prevista para 2025, pero ¿qué pasará con las competiciones naturales cuando los deportistas ‘mejorados’ rebajen ampliamente los 9 segundos en los 100 metros lisos?
Por cierto, solo 52 de los 182 ciclistas inscritos en la prueba del Interclub Vinalopó en Villena esta semana, llegaron a la meta. No sé si la presencia de agentes de la CELAD para efectuar controles antidopaje tuvo algo que ver, pero tal vez sea más honesto quitarnos la careta y asumir los Juegos Mejorados como la lógica evolución de la industria del deporte.
