Hoy charlamos con Mercedes Temboury, quien recientemente ha presentado su libro “Los historiadores hablan-Entrevistas sobre historia e hispanismo”, editado por Gadir, en el que se recogen entrevistas a treinta historiadores, publicadas en el Adelantado de Segovia entre 2022 y 2024.
—En primer lugar, nos gustaría conocerla un poco más, ¿cómo llega una licenciada en física a realizar un doctorado en historia?
—Como tantas cosas en la vida fue en parte accidental. Yo siempre he trabajado en empresas tecnológicas, pero recuerdo que mis primeras vocaciones de joven fueron astrónoma o arqueóloga. Decidí empezar por la carrera más difícil, que era Físicas, y en vez de Astrofísica en cuarto y quinto opté por Física Teórica: Relatividad General y Física Cuántica. Fue mi padre, diplomático, pero que había conocido a Werner Heisenberg- el padre del principio de incertidumbre- en Ginebra y que sabía colocar todas las estrellas en el cielo, quien me suscitó la vocación. Yo, en su momento, quise ser investigadora en los aceleradores de partículas, pero para eso había que irse fuera y ganar muy poco dinero durante muchos años. Mi vocación no era tan fuerte. Mucho tiempo después, una vez recorrida una vida profesional ya larga, conocí en Málaga a Elvira Roca Barea, cuyo libro Imperiofobia me había entusiasmado. Y ella me propuso hacer la tesis doctoral con ella e investigar archivos inquisitoriales. Me había quedado sin investigar en Física, ahora iba a poder investigar en Historia. Luego tuve la suerte de encontrar a José Martínez Millán en la Universidad Autónoma, que aceptó dirigirme, ya que Elvira solo podía ser codirectora. Tuve que aprender paleografía, investigué en el Archivo Histórico Nacional dos años y defendí la tesis en abril de este año. Ha sido un camino de seis años apasionante. También tuve la suerte de contar con la ayuda y apoyo de Jaime Contreras, catedrático emérito de Alcalá de Henares.
—¿Cuál fue el origen de su colaboración con el Adelantado de Segovia para realizar las entrevistas recogidas en su libro?
—Elvira Roca había abierto en 2017 la lucha contra una interpretación de la historia de España negrolegendaria. Lo hacía, tras muchos años, de una forma pública y contundente. He de decir que, como hija de diplomático, yo estudié, entre otros lugares, en Francia y esa era la historia que se estudiaba allí en el bachillerato: esa España negra y atrasada. Mis pinitos de reivindicación de la Historia de España empezaron en el colegio, cuando mi madre me sugirió traducir y leer el encuentro Moctezuma-Hernán Cortés del libro de Madariaga, para responder a un trabajo escolar. De milagro no me suspendió la profesora. Mucho después trabajé con Carlos Espinosa de los Monteros en Marca España, pero la defensa que se hacía de nuestro país era entonces económica y empresarial, no tanto histórica. Tras Elvira surgieron más ensayistas y divulgadores, uno excelente es Javier Santamarta, que celebra unos Encuentros anti-leyenda negra en el Escorial en otoño y hace un par de años hablaba allí Ricardo García Cárcel y Teresa Herranz me envió a entrevistarle. Esa fue la primera, en octubre de 2022.

—¿Con qué criterio seleccionó a los entrevistados?
—En Marca España ya habíamos promovido conferencias de españoles excelentes en distintos foros. Al principio pensé en todos los profesionales extraordinarios que había conocido a lo largo del tiempo y en la imagen de nuestro país que daban. E incluí a científicos como Carlos Alejaldre o Antonio Hernando, expertos en fusión o en electromagnetismo, pero poco a poco el tema histórico, que tanto peso tiene en el debate político de hoy, dado que se duda de España como nación o se cuestiona su aportación clave a la historia universal, fue ganando terreno. Me sorprendía que los expertos académicos que yo conocía en la Universidad Autónoma o en otras universidades no fueran tan populares en los medios o que siempre se estuviera citando a historiadores extranjeros. En cuanto a historiadores nacionales los diarios de referencia llevaban 30 años citando a los tres o cuatro que tienen su beneplácito. El historiador de cabecera, que sirve para un roto y para un descosido, por ejemplo, para decir que la primera Vuelta al Mundo no fue una empresa española. Pensé que quedaba mucha gente por conocer y glosar, para que llegase a un público más amplio. Y que se podía enriquecer el debate con académicos, ensayistas, divulgadores, comunicadores que son excelentes, tanto de España, como de América. He mezclado historiadores de larga trayectoria con otros más novedosos, y hay diversidad de enfoques y puntos de vista, aunque hay un factor común en la defensa de la hispanidad. No hay leyenda rosa, sino revelación de lo que nos unió o nos une.
—¿Cómo surgió la idea de editar este libro y de hacerlo con la editorial Gadir? ¿A qué publico confía llegar?
—Pues fue una maravilla, porque Javier Santillán, segoviano, empezó a leer las entrevistas en El Adelantado de Segovia y me preguntó si me gustaría editarlas. Acepté con mucha ilusión. Hay que decir que yo procuraba que las entrevistas abarcaran mucho de la obra de los entrevistados, que no se ciñeran solo a la actualidad, sino que dieran una visión más amplia de sus trabajos. Queremos llegar a un público muy amplio, pues el formato de entrevistas hace muy fácil la lectura.
—El hilo conductor de dichas entrevistas, la historia y sobre todo el hispanismo, parecen estar viviendo un momento de revisión y reivindicación, pese a chocar con la corriente woke imperante y el indigenismo esgrimido por algunos dirigentes políticos, sobre todo en Hispanoamérica, ¿cómo está viviendo este momento?
—Lo vivo con un enorme entusiasmo. He de decir que yo tuve una infancia indigenista, tras leer el Templo del Sol y la Oreja Rota de Tintín. Hacía listas de pueblos originarios con dibujos de colores, como una niña repipi. Mis padres fueron muy indulgentes. Luego desde los 13 años me convertí y ya no he vuelto a caer en esos espejismos. Por lo tanto, que por fin se dé un debate en el que yo llevaba creyendo años, muchos años, es una liberación. Un debate que recoge lo que yo había oído tantas veces en casa, lo que luego había leído por interés y curiosidad y lo que incluso pude conocer por América viajando con empresas tecnológicas.
—¿Con qué dificultades o falta de apoyo se encuentra un escritor, un cineasta, un divulgador que no coincida con el pensamiento políticamente correcto imperante?
—Se encuentra con cantidades de dinero que difieren en dos o tres ceros (a la derecha). Son cantidades gigantescas. Sin embargo, cineastas como José Luis López Linares y sus dos documentales: España, la primera globalización e Hispanoamérica, canto de vida y esperanza han recurrido al micro-mecenazgo y han sido capaces de movilizar a miles de personas ya instituciones académicas como el CEU. Alguna empresa del IBEX ha respondido a las peticiones de patrocinio, que Hispanoamérica, a cuyo estreno acudió el Rey Felipe VI, no coincide con su línea editorial. Supongo que prefieren una línea editorial en que España aparezca como una nación ominosa, eso es muy útil cuando uno compra y gestiona empresas en Iberoamérica. Por si no se notase, este comentario es irónico. Los grandes proyectos audiovisuales sobre la historia de España y América están por hacer. Los temas, los héroes, las aventuras, las peripecias y la belleza de los países no faltan. Hay cientos.
—En su libro se refiere en múltiples ocasiones a la falta de conocimiento de los españoles sobre nuestra historia, ¿cómo cree que se refleja esta carencia?
—Se refleja en los debates absurdos de campanario de los últimos 40 años, en que nos falta un minuto para volver al cantón de Cartagena. En la presión que ejercen sobre España grupos secesionistas que actúan reclamando privilegios feudales. En el complejo que muchos españoles tienen de lo que es y ha sido su país. En políticas públicas en que se dice que el objetivo es situar a España como una potencia mediana, estilo escandinavo. Un país sin el que no se puede entender la historia universal y que tiene una comunidad de hablantes de 600 millones de personas no es una potencia media, no lo es en poder blando, ese poder que los franceses esgrimen para seguir viviendo ensueños de globalidad. El español es la primera lengua materna internacional. La primera lengua materna internacional. ¿Potencia media? No creo.
—¿La historia debería tener un peso mayor en la educación? ¿Cree que no hay interés en que así sea y si es así, cuál cree que es el motivo? ¿las redes sociales pueden ayudar en este impulso?
—Claro que debería tener un mayor peso. Yo creo que las materias clásicas deben tener un mayor peso en la escuela: Filosofía, Literatura, Historia, Física, Química, Matemáticas. Y las actividades instrumentales como el inglés, la ofimática y el trabajo en equipo usarse, pero sin desplazar el contenido fuerte. Es ese contenido el que asienta el conocimiento y facilita el pensamiento crítico. Es imposible tener pensamiento crítico si no se sabe nada y si crees que la primera ocurrencia de adolescente es un fogonazo genial. Hay interés en degradar la enseñanza en general, para tener votantes cautivos identitarios. Las redes sociales están fomentando creación de contenidos y divulgación de temas que son excelentes. Se me ocurren Jano García, Diaz Villanueva, Héroes de Cavite, etc. Y en X, ahora tan denostada, hay debate. El debate no está en Meta.

—También al otro lado del Atlántico se desconoce y se obvia nuestro pasado común, ¿cree que se oculta este pasado deliberadamente con fines ideológicos? ¿pesa mucho la leyenda negra?
—Por supuesto que del otro lado del Atlántico se oculta, como aquí, el pasado común. No está en los programas de la escuela, no conocemos los años que transcurren entre 1492 y 1810. Una vez una mexicana me reprochó en un bar lo que yo estaba contando de la historia común y le pregunté si conocía algún virrey de la Nueva España: me contestó que Iturbide. Pero es que yo apenas puedo balbucear Mendoza en Nueva España o Toledo en Perú. Es un océano de ignorancia. Con esto se consigue tanto en Europa como en América, que el bloque hispano no se una y no levante la cabeza. Ya lo vio Samuel Huntington como un peligro para EEUU. No digo que fuera el único, digo que lo escribió negro sobre blanco. Sin embargo, he estado recientemente en México en un Congreso sobre Inquisición, organizado por Fernando Ciaramitaro de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y he encontrado historiadores excelentes y ecuánimes de México, Chile, Argentina, Portugal, España, Brasil, Italia, EEUU: Jorge Traslosheros, Luis René Guerrero Galván, Jacqueline Vasallo, Ignacio Chuecas, Roberto López Vela, John Chuchiak, Natalia Urra Jaque, Idalia García Aguilar. En el entorno académico la leyenda negra no tiene curso o muy poco. Fue divertido que la sesión inaugural del congreso corriera a cargo de una ensayista belga que denostaba España y advertía de esta nueva corriente hispanista como una amenaza grave, pero en breve escribirá un libro sobre las bondades de la actuación belga en el Congo. Al final todo está en Tintín, voy a tener que censurar mis libros.
—¿Qué labor debería realizar España, desde el punto de vista institucional y también a nivel de la sociedad civil, para reivindicar nuestra aportación y restablecer los vínculos perdidos?
—Desde el punto de vista institucional tiene instituciones magnificas a las que no se les deja desarrollar todo su potencial, como la Casa de América, el Real Instituto Elcano, la Fundación Carolina, el Instituto Cervantes, la AECID. Hasta la Comunidad de Madrid promueve artistas como Sandra Gamarra, con un discurso claramente indigenista y fantasioso. En el caso de Sandra Gamarra, ella hace una lectura irónica de las crónicas de Huaman Poma de Ayala sobre el buen gobierno de América. El problema es que no conocemos esas crónicas en primera derivada, porque en el colegio o en la universidad no se aprenden. Deberíamos estudiar más los cronistas de Indias, desde Bernal Diaz del Castillo a Solórzano, pasando por Poma de Ayala o Garcilaso. También aprender más sobre la Escuela de Salamanca.
Las empresas del IBEX podrían ayudar también: las Fundación Rafael del Pino y la Fundación Areces están haciendo cosas muy interesantes para contar esta vinculación hispana, de manera nueva y atrayente.
—¿Sería aun posible una suerte de Commonwealth versión hispana?
—Hay que trabajar mucho. Como elementos semilla están la SEGIB y las cumbres. Las cumbres iberoamericanas deben permanecer y no nos debe desalentar que pasen por baches. Habrá que promover que sean de nuevo foros amplios. Creo que este año, en Cuenca, Ecuador, a pesar de las enormes dificultades se ha palpado una voluntad de seguir adelante, aun con los frenazos, la ausencia de muchos mandatarios y la beligerancia de algunos. Hay que seguir y creo que eso es lo que están defendiendo Felipe VI y muchos diplomáticos. La próxima cumbre será en España en 2026. Tampoco hay que desalentarse porque en la UE haya elementos adversos, fíjese lo que ha pasado en Brasil este año, donde a petición de Francia, Alemania e Italia se ha eliminado el español en la escuela como segunda lengua obligatoria. Una lengua que los brasileños hablan muy bien, especialmente los más desfavorecidos, a quienes el inglés les resulta más complejo.
