De frente. A pecho descubierto. Como si su torso fuera una armadura. Así citan los forcados a los astados y acometen sus embestidas para seguidamente detenerlos. Una piola de suspense, en un espectáculo singular. Con el único escudo de su chaquetilla y una taleguilla apretada que abrocha la cintura y ‘parece’ blindar su vida.
Esta suerte de la Tauromaquia, que tiene su origen en el siglo XVII y que surgió con la Guardia Real de Portugal, pasó a integrarse dentro del espectáculo de los rejones con la prohición de la muerte de las reses en el país luso en la primera mitad del XIX (1928). El grupo de forcados reúne a ocho componentes, que se colocan en fila, con un ‘cabo’ en primer lugar – o forcado de cara- que es el encargado de fijar al animal para después ser sujetado por el resto -los ayudas- como si de una cadena humana se tratara, en lo que se denomina como ‘pega’; hasta que el último mozo, ‘el rabilador’, consigue detener al astado agarrándole del rabo entrando un bucle de cículos.

A día de hoy, los forcados siguen representando una de las señas de identidad de Portugal; siendo referencia el grupo de Forcados Amadores de Santarém, fundado en 1915; y tomando la ciudad de Évora, en la frontera con la provincia de Badajoz, como su ‘principal capital’. A lo largo de los años, esta práctica se ha extendio a otros países como México o Estados Unidos.
En España las actuaciones de forcados son contadas en una temporada, principalmente en puntos concretos de Extremadura o Andalucía, pero la feria segoviana de Cuéllar acostumbra anunciar este espectáculo junto con su festejo de rejones, en lo que forma ya un támden habitual en los últimos años. El pasado martes llegaron a la villa cuellarana los Forcados Amadores de Évora, grupo fundado en 1963 y que cumple su 60 aniversario, y pusieron emoción, valor y riesgo a una tarde de alto nivel de toreo a caballo en la que triunfaron Sergio Galán y Guillermo Hermoso de Mendoza, en un cartel que completó el joven Adrián Venegas.

Intervinieron en las lidias del primer toro, el quinto y el sexto, con Antonio Prazeres, José María Caeiro y Henrique Burguete a la cabeza. Tres actuaciones en las que las destacaron por su mérito, arrojo y una exposición sin límites hasta tal punto que llegaron a resultar heridos. Como si de héroes se trataran, se recuperaron aparentemente para volver al alberto del anillo cuellarano y recoger las sonoras ovaciones que el público, puesto en pie, les dispensó. Los nuevos ídolos de Cuéllar.

