En los dos últimos días el baloncesto ha dado dos ejemplos diametralmente opuestos y que merecen profunda reflexión. La barriobajera tángana del Real Madrid – Partizán abochorna a todo aquel que en algún momento de su vida ha lanzado a canasta. Pero siendo incalificable la secuencia de agresiones que se producen en dos minutos, me produce una especial indignación la reacción de varios salvajes disfrazados de aficionados que vitorearon a los intervinientes en la trifulca. En un arco mediático en el que todo lo que no sea fútbol apenas acapara focos, la pelea de este pasado jueves hace un daño muy difícil de cuantificar, tanto a la competición como a los que la practican. Una lástima.
El otro suceso es el que tiene al jugador de los Milwaukee Bucks, Giannis Antetokounmpo, como protagonista. Después de que su equipo fuera eliminando en las eliminatorias por el título de la NBA, un periodista le preguntó abiertamente si consideraba la temporada como “un fracaso”. Y el jugador griego contestó, con templanza, que lo importante son las metas y que las victorias y derrotas no son más que un tránsito hacia un objetivo principal, que va desde el sustento económico de tu familia a, incluso, ganar un anillo de la NBA. Me convenció el argumento porque entiendo que ayuda a convertir la derrota en una oportunidad para mejorar, para crecer.
Y aprovecho para felicitar al CD Base por su victoria en la Copa de Castilla y León. Hay talento en ese grupo. El club ha sido valiente al organizar la Fase Final y los jugadores y el cuerpo técnico han respondido con esfuerzo, compromiso y triunfo. Enhorabuena.
