Cuando está a punto de finalizar la cosecha de cereal, el cultivo más abundante en la provincia, quedan más en evidencia las numerosas fincas que se dedican a otros productos que intentan abrirse paso como alternativa a la actividad agraria convencional.
Aún así, el trigo y la cebada representan más del 90% de la superficie total cultivada en la provincia. Poco a poco han surgido algunos otros productos: girasol, hortalizas y frutas, colza… y en los últimos años se está ensayando con variedades como lavanda, garbanzos, lentejas, camelina e incluso pistachos.
Los agricultores segovianos, especialmente algunos de los jóvenes que se incorporan al sector, buscan nuevos modelos que permitan garantizar un futuro estable en su actividad, y también ensayar la viabilidad de productos diferentes.
El cereal, mayoritariamente cebada y trigo, está logrando una buena rentabilidad en estas últimas campañas. Y eso representa un impedimento a la innovación. Pero el precio de las materias primas se caracteriza por su volatilidad, y puede igual subir que bajar. En dichas oscilaciones influye cada vez menos el resultado de la cosecha. Un rendimiento bajo no garantiza precios altos, ni por ser un año de abundancia tiene por qué ser de cotizaciones bajas.
El agricultor Jorge Ayuso ha decidido cultivar siete hectáreas de lavanda en tres fincas que tiene en Valverde del Majano. “Es una prueba o experimento”, asegura este productor que además de trabajar como ingeniero agrónomo en un laboratorio, desarrolla de forma práctica su formación profesional en su pueblo natal los fines de semana. “Se trata también de diversificar”, añade. No sólo eso, sino que además a una de las tres parcelas la ha aplicado riego por goteo a través de un sistema de energía limpia paneles fotovoltaicos. El color violeta de las flores de lavanda destaca entre el amarillo del cereal del resto del término.
Jorge Ayuso cuenta con el apoyo de otros productores de lavanda de Arévalo (Ávila) y de Aragón. A través de un grupo de wasap se intercambian información. Juntos buscan esos días una máquina que siegue las plantaciones. Las fincas de Valverde comenzarán a producir el próximo año, de modo que ya necesitan un contrato con alguna empresa que se encargue de extraer la esencia de lavanda y de la que se obtienen múltiples productos y aplicaciones. “Pero nos tenemos que poner de acuerdo varios para que sea rentable”, apuntan en este grupo. “Entendemos que por el momento no ofrecemos una superficie muy amplia para segar y que, por tanto, crean que no hay suficiente trabajo o que los costes o el traslado sean más importantes; pero queremos que vean que estamos empezando en este cultivo alternativo y que, en el futuro irá a más”.

Garbanzos y pistachos
Para Alberto Barrio, de Turégano, las ganas de innovar le han llevado este año a probar el cultivo de garbanzos para consumo humano. En total ha sembrado diez hectáreas en dos parcelas. Tiene un contrato con una empresa de Burgos que los cosechará la próxima semana. “Me quedaron dos fincas sin sembrar de cebada por las abundantes lluvias, y con un amigo me animé”, explica. Su carácter emprendedor le ha llevado otros años a probar cultivando variedades como camelina, colza o guisantes. “Me gusta probar cosas nuevas”, apostilla.
De este modo, el garbanzo no se restringe a municipios donde se ha mantenido siempre como Valseca, Villovela. Poco a poco puede volver a ser considerado una alternativa viable.
El pistacho es otro cultivo que poco a poco gana terreno en Segovia. José es un agricultor de Zarzuela del Pinar que ha comenzado a plantarlos en el término de Turégano. Y en Codorniz funciona, desde hace unos años, una empresa con el mismo nombre del pueblo que no sólo cultiva este fruto, sino que ayuda a agricultores a abrirse paso en este mundo.
En la provincia vecina de Valladolid ya se ha constituido una cooperativa de 60 productores que promueven en la localidad de Pedrosa del Rey el primer centro de procesado, con una inversión de 700.000 euros.
Y es que poco a poco se ha ido incrementado la superficie de plantación del pistacho, hasta llegar a las 1.700 hectáreas en toda la comunidad. Su rentabilidad, con precios que se mueven entre los 7 y los 10 euros el kilo, ha sido el detonante para que los 60 agricultores de Valladolid y Segovia se decidan a poner en marcha esta primera industria para procesar su producción.

Otro producto alternativo al grano de trigo o cebada es la colza, cada año más abundante en Segovia. Juan de Miguel es uno de los que lleva varias temporadas dejando parte de sus fincas a esta variedad en Cabezuela y en Muñoveros. Acaba de terminar de segarlo, y este año, como el resto de granos, ha tenido unos precios muy atractivos. Segovia ha pasado de tener sembradas 54 hectáreas en el año 2006, a 2.200 en 2018.
Más extensa es la superficie que este joven agricultor dedica a girasol para aceite. En las comarcas agrarias de Sepúlveda y en la de Cuéllar, el girasol ha pasado en varias décadas de ser un cultivo minoritario a una alternativa imprescindible. “Va muy bien su alternancia con el cereal”, explica. Y a ello se une el hecho de que tiene un ciclo vegetativo distinto, de modo que complementa muy bien las labores: mientras se espera que germine el trigo o la cebada, se siembra el girasol. Y cuando se han acabado de cosechar y almacenar los primeros se empiezan a recoger las pipas.
Al igual que ocurrió con el girasol hace unos años, también se miró con recelo a los primeros que se atrevieron en Segovia a sembrar zanahorias o plantas de fresa. Pero hoy Segovia es la principal productora de estos dos tipos de cultivos. El Carracillo representa la vanguardia agrícola gracias a las hortalizas. En estos años han brotado numerosas fincas de las que salen toneladas de lechugas, a las que se dedican más de 60 hectáreas; o las 120 de endivias. Pero si alguna se lleva la palma es la zanahoria, con 1.100 hectáreas. De puerro se cultivan más de 500 hectáreas, de ajo 400, y del maíz dulce 200.
También han surgido numerosas empresas que procesan todas esas plantas, e incluso fábricas y talleres de maquinaria para el lavado de las hortalizas.

Y si alguna empresa ha destacado por su precisión y variedad es la finca La Retamilla, en Navas de Oro. En ella, Luis García y Beatriz Alonso miman y promocionan numerosos cultivos que han logrado el mérito de producir los mejores chiles de Europa. Gracias a la colaboración con el cocinero mexicano Roberto Ruiz, la calidad de estos productos se ha ganado fama internacional. Ahora, en plena faena de recolección recuerdan que sus cultivos en el exterior dan más calidad. Cultivan unos 20 tipos distintos de chile (amarillo, rojo, poblano, de agua, chiltepín, güero, habanero -que tiene cuatro variedades-, serrano, jalapeño y guajillo) . “Todo lo producimos en exterior, lo que garantiza una mayor calidad, aunque el proceso resulte más lento”, dice Luis García Bartolomé.
Casi todos los productores de hortalizas coinciden en que la limitación a la hora de ampliar las explotaciones les impide hacer inversiones elevadas en materia de maquinaria, para reducir los costes por hectárea. “Además de los problemas para ganar terreno, nos encontramos con la falta de agua en muchos casos”, apuntan.
