Son días difíciles para todos. Para los que no pueden salir de casa porque tienen problemas de movilidad, para aquellos que están solos y para los que cada día ponen en riesgo su salud para que otros puedan salir adelante. El impacto que la pandemia del Covid-19 ha causado en la población a nivel mundial ha traspasado las fronteras de lo imaginable para muchos.
Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado velan por la ciudadanía, así como los profesionales de la sanidad, demostrando un compromiso y sacrificio que solo los que están en esa situación conocen. Pero hay otros guardianes que vigilan por nosotros, que cuidan que el día que decidamos salir a hacer la compra podamos llegar a casa con todo lo que necesitamos y no sea necesario tener que volver de nuevo. Hablamos de aquellos que trabajan cara al público en establecimientos de alimentación, ultramarinos, farmacias y demás servicios básicos que no paran su actividad diaria, y que en el medio rural no son otros que los pequeños comercios.
Samuel lleva años atendiendo a sus clientes tras el mostrador de su tienda de ultramarinos en Campo de San Pedro, donde se puede encontrar de todo para hacer la compra diaria: frutas, lácteos, embutidos, productos de higiene y limpieza y una amplia variedad de artículos. “Los establecimientos pequeños no podemos competir con las grandes superficies, puesto que éstos últimos adquieren grandes cantidades y pueden abaratar los precios”, nos dice mientras coloca las conservas en las estanterías.
La misma situación se repite en Fresno de Cantespino. Teodoro (Dorín como todos le conocen) y su hermana Maite están al frente de un negocio con más de cincuenta años de andadura, donde además del restaurante de las famosas codornices y el bar de la entrada regentan una pequeña tienda de ultramarinos en la que a diario se despacha el pan, una amplia variedad de productos de alimentación, higiene y limpieza.
“Para nosotros, la tienda es más un servicio a los vecinos del pueblo que un negocio en sí. Nuestra principal fuente de ingresos está en el bar y el restaurante, pero llevamos con la tienda toda la vida y así queremos que siga siendo”, comenta. Al preguntarle si la situación de confinamiento ha supuesto cambios en las ventas, asegura que él no ha notado mucha variación. “Nuestros clientes son prácticamente los mismos; sí que ahora puede haber alguna persona que viene aquí para evitar desplazamientos en base a la responsabilidad que nos toca, pero lo cierto es que estamos trabajando prácticamente como antes. También han aumentado las llamadas de vecinos, que nos encargan la compra por teléfono y luego se lo acercamos, pero eso es algo que siempre hemos hecho con aquellos que lo han necesitado”, dice.
A 12 kilómetros de Fresno, Álvaro de las Heras narra su experiencia en estos días complicados, en los que han aumentado los pedidos de los vecinos de Riaza y alrededores a través de mensajes y llamadas telefónicas.
“Reponemos todos los días e intentamos que haya la mayor variedad posible en todas las estanterías del supermercado; así el cliente puede llevarse cuando viene a comprar todo lo que necesita para la semana”, explica. Respecto a los problemas de abastecimiento por parte de sus proveedores, Álvaro asegura que, salvo casos puntuales, no ha tenido apenas. “Se ha dado el caso incluso de que algunos distribuidores que han venido se han llevado la compra hecha”, cuenta a modo de anécdota.
Esos pequeños comercios de los pueblos, que muchas veces son relegados a un segundo plano en beneficio de las grandes superficies, son los que ahora están cubriendo la mayor parte de las necesidades de los vecinos de la comarca. “Me gustaría que la gente se acordase de nosotros una vez que todo esto pase”, dice Álvaro, cuyo establecimiento acaba de cumplir cien años desde que su abuelo abriese el negocio. “Llegará el día en que muchos pueblos se queden sin tienda y luego lo lamentaremos. El consumo de proximidad es mucho más responsable, amén del gasto que se ahorra en combustible”, asegura.
Recorriendo la comarca, vemos que son muchas las localidades que están en la misma situación: las tiendas de toda la vida (y también otras nuevas que se han ido incorporando para intentar enriquecer el tejido empresarial de la comarca) son las que están respondiendo a las necesidades básicas de los vecinos, evitando que tengan que realizar largos desplazamientos, ayudando así a proteger su salud.
En Ayllón, Lorena y su marido, junto a Visi e Ignacio, los padres de ella, regentan el supermercado Suma desde hace veinte años, en el que abastecen a sus vecinos de fruta y verdura, carne, pescados y todo tipo de productos de alimentación y limpieza. Estos días, dice, fomentan los pedidos a través del teléfono (620 884 455), que Lorena ha puesto a disposición de sus clientes, y ella misma les avisa cuando los encargos están listos para que pasen a recogerlos. “Por norma general, la gente está muy concienciada de la situación y cuando vienen se llevan compra para varios días”, comenta. “También se han acostumbrado a llamarnos por teléfono para decirnos lo que necesitan. No dejamos entrar a más de tres personas a la vez al supermercado, y esto facilita mucho las cosas”, añade. Preguntándola por los posibles problemas de abastecimiento, Lorena afirma que tienen de todo. “Productos como guantes y lejía sí que hemos echado en falta algunos días, pero del resto nada. Si no llegan algunas marcas, tenemos otras”, afirma.
Lo mismo sucede en el supermercado Día de Boceguillas, donde Gema y todo su equipo trabajan sin cesar preparando la compra de los vecinos del pueblo y alrededores, ya que hace tiempo tomaron la iniciativa de promover las compras a través del teléfono (921 543 104) o whatsapp (625 448 447) y correo electrónico (digarboceguillas@gmail.com) para evitar aglomeraciones y tener que dejar a la gente esperando en la calle para poder entrar según se fuera despejando el establecimiento. En general, Gema afirma “que la gente ha recibido muy bien esta iniciativa, ya que es consciente de la realidad que nos toca vivir ahora y la responsabilidad que nos obliga a permanecer en nuestros domicilios el mayor tiempo posible”.
Sin embargo, la realidad no es igual para todos los establecimientos que permanecen abiertos, sobre todo para aquellos cuya principal fuente de ingresos está en los negocios de hostelería o clientes de fin de semana. Es el caso de Pedro, por ejemplo, cuya carnicería en Cerezo de Arriba sí que nota los estragos de esta crisis. “El negocio ha bajado muchísimo, ya que ahora solo vienen a comprar los pocos que estamos aquí”, lamenta. “Aún así, reconozco que puedo mantener el despacho abierto y puedo dar un servicio a los vecinos del pueblo, no solo porque se llevan carne, sino porque puedo traerles otros productos que necesitan de otras tiendas de fuera”, reconoce el carnicero.
Esta es solo una muestra de los muchos comercios de la comarca que están al pie del cañón y trabajan a destajo, pero son muchos más en el Nordeste de Segovia los que cada día se levantan temprano para que todo esté colocado a la hora de abrir sus puertas al público. A todo ello, además, se suma el agradecimiento desde Codinse a aquellos establecimientos que estos días ven aumentado su trabajo al tener que preparar los lotes para aquellas familias usuarias del servicio de reparto de alimentos, que se gestiona desde la entidad, y que son derivadas por los servicios sociales del CEAAS de Prádena.
