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Los caminos de una guitarra

por José María Martín Sánchez
11 de noviembre de 2021
JOSE MARIA MARTIN DEPORTES
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Ena, la serie Woke

No sois para él lo que él es para vosotros

¡Oye tú, no te acerques demasiado! (Recordando a Jorge Ilegal)

Sola, llorando en la noche// preludiando la alborada// desgajando sueños viejos…//Alma y vida de las farras// cuando suenan tus acordes el vino se vuelve savia.
(Canto a la Guitarra. Folclore argentino).

Esta historia, la que pretendo contar, comenzó en el año 1926. Concretamente en octubre. En un reservado del Café de la Unión (c/Real) —nada que ver con el Casino—, un grupo de intelectuales segovianos se encontraban escuchando el sonido que transmitían las cuerdas de la vieja guitarra en las manos de Agapito Marazuela.

Acabado el recital y tras el reconocimiento a través de los aplausos, la voz de Pepe Rodao se alzó y a modo pregunta dijo: ‘¿Por qué no iniciamos una cuestación para comprar una guitarra nueva a Agapito? Esta que tiene se cae de vieja’. Aprobación unánime de los presentes. Rodao no quiso dejar el tema en el ‘aire’ y, días después, en su colaboración habitual en ‘El Adelantado’, lanzó la llamada para intentar que su propuesta no quedara en palabras o en ‘flor’ del momento.

Días después desde la Diputación que presidía Segundo Gila se recoge la propuesta. El organismo provincial se une a la ‘llamada’ y la subvenciona con 600 pesetas. Se inicia el camino. La ‘comisión pro compra de guitarra’ acude al mejor constructor (manitas) que hay en España. Está en Madrid, en los talleres de los que es maestro Santos Hernández (1), en el callejón de La Aduana nº 4. De ahí, del referido taller, habían salido las guitarras de Sáinz de la Maza, que la había estrenado interpretando el Concierto de Aranjuez, Ramón Montoya, Sabicas, Andrés Segovia…

Primer paso, precio del instrumento. Respuesta empresarial: ‘son muy diferentes dependiendo de la madera que se emplee’. Acuerdo tras el diálogo: ‘quedamos en un coste de 1.000 pesetas, incluido estuche’. La propuesta/acuerdo se traslada a Agapito. Este, conocedor ya de cuantía que dona la Diputación, dice a la ‘comisión’: ‘adelante, lo que falte hasta el total lo pago yo’.

Al hilo de este último párrafo una anécdota. La primera persona que se ‘lanza’ a colaborar es Ignacio Zuloaga, presente también en el referido concierto. Su donación es de 50 pesetas. A Marazuela se lo comenta Rodao y aquel le dice: ‘devolved el dinero a Zuloaga’. A lo que este contestó: ‘No acepto la devolución. Le hará falta para comprar cuerdas para la guitarra’.

El instrumento musical que un año después le entregaron al folclorista segoviano había sido construido con madera de pino de la Selva Negra y de Palosanto (2).

Agapito, que había reconocido ante sus amigos el gesto y ayuda de la Diputación (3), tenía una deuda contraída con los que iniciaron el camino. Les debía un concierto con la nueva guitarra. Este se hizo realidad en una noche de octubre de 1927. Fue en el estudio de cerámica de Zuloaga. Se reunieron dieciséis amigos. Entre ellos Rodao, Quintanilla, Machado, Ignacio Carral… A petición de los espectadores Marazuela interpretó ‘Granada’, de Isaac Albéniz, con el que entusiasmó a su auditorio.

Poco después, el maestro volvió a encontrarse entre amigos. Fue en la boda de Ignacio Carral con Adela, hija de José Rodao. El lugar del convite fue Venta Magullo. El enlace acabó en una gran fiesta en la que los sones de la guitarra mostraron la habilidad de Marazuela.

Cierto que la gaita, que con singular maestría tocaba, no era, para nada, instrumento secundario, pero elegía la guitarra cuando se encontraba en lugares cerrados. Ya fuere el Teatro Juan Bravo o la Capilla de San Gregorio, sede del ceramista Fernando Arranz López, donde también acudió a la invitación del grupo de artistas e intelectuales que allí se reunían en tertulia. Meses después Arranz marchó a Argentina donde se nacionalizó y enseñó sus saberes.

Sesenta fueron los años que tuvo en sus manos la segunda guitarra Marazuela. En 1958, cuando contaba con 67 años, el valor económico de aquel instrumento musical se ’tasó’ en 30.000 pesetas. Del sonido que sacaba a sus cuerdas fueron testigos miles de personas, ya en fiestas de los pueblos, ya en conciertos. Como los que ofreció en el Ateneo y el Liceo de Madrid.



(1) En esa época el diario ABC había bautizado a Hernández como el ‘Stradivarius de la guitarra’.
(2)La madera de Palosanto es muy densa, aceitosa y olorosa, natural de Sudamérica.
(3) Revista ‘Cultura Segoviana’. Junio 1932.

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