Como todas las aves migratorias son fieles a “la promesa del retorno”: regresar cada año al lugar donde han nacido para nidificar a su vez, comportamiento que se debe al proceso del imprinting, que se fija al nacer.
Es una especie rupícola que, como otras, muestra una gran antropofilia: han sabido aprovechar en su beneficio los cambios introducidos por el hombre en su medio. Para ellas las urbes serían como islas acogedoras y las paredes de las construcciones -en cuyas grietas y oquedades construyen los nidos- representarían un genial sustituto de los roquedos a los que están adaptados. La ausencia de algunos de sus predadores y la abundancia de alimento serían ventajas añadidas.
Su nombre genérico apus, que significa “sin pies”, incluye a numerosas especies del orden apodiforme. En la península Ibérica nidifican tres especies: el vencejo común (apus apus), el vencejo real, (apus melva) y el pálido (apus pallidus).
El vencejo común tiene una longitud de 16,5 cm, envergadura de unos 40cm y pesa 47 gr. El plumaje es negro parduzco, a excepción de la garganta, que es blanca. Tienen escamas en las plumas que reflectan buena parte de las ondas electromagnéticas del sol. La melanina proporciona resistencia y protección. La cola es corta y algo horquillada. La boca, ancha, está rematada por un pico pequeño.
Los vencejos son las aves más aéreas de todas. El cuerpo, parecido a un cigarro romo; las alas estrechas, curvas y puntiagudas, tienen forma de hoz. La silueta en vuelo es como de medialuna. Son aves muy veloces, pudiendo alcanzar los 90km/h. Son las reinas del vuelo acrobático, con un buen repertorio: escorzos, tirabuzones, picados… Tienen las patas muy cortas, sin pulgar oponible y garras pequeñas, pero de presa, que les permite aferrarse a las verticalidades que frecuentan. Raramente se posan si no es en el nido y, si lo hacen, escogen paredes verticales, lo que les permite al soltarse reemprender el vuelo ya que si caen al suelo no podrían remontarlo.

El galés Ronald Lokley y otros naturalistas del pasado siglo creían, basándose en la observación directa, que los vencejos podrían volar sin posarse durante meses. En 2011 se demostró que los vencejos pasan la vida en el aire salvo en su etapa reproductiva. Científicos suecos colocaron a vencejos comunes diminutos registradores integrados por dos componentes: un geolocalizador que daría datos sobre la ruta migratoria y un sensor que gravaría la actividad de aleteo y el ángulo de posición del cuerpo con el que se podría conocer el uso diario del tiempo. Cuando al año siguiente regresaron algunos de los vencejos marcados y se analizaron los datos de sus dispositivos, se descubrió que, una vez iniciada la migración hacia el sur para llegar a las áreas de invernada en el sureste africano y regresar al cabo de unos meses a su área de nidificación en Suecia, parecía que no se habían posado en ningún momento. Suponía pasar 9 meses en el aire Este descubrimiento se podría considerar como una de las proezas físicas más extraordinarias e inesperadas del mundo natural si no la principal. Además, pocos ornitólogos creen hoy día que estos hallazgos hayan tocado su fin; las tecnologías de rastreo avanzan sin parar y los datos y descubrimientos que van arrojando nos dejan constantemente anonadados.
Si los vencejos adultos viven en el aire 9 meses, mostrando una portentosa adaptación al medio aéreo, los jóvenes -que alcanzan la madurez sexual a los dos años- prolongan su vida exclusivamente aérea hasta 21 meses, ostentando el record de resistencia y resiliencia, salvo casos excepcionales de individuos agotados en circunstancias muy especiales.
Alimentación
¿Cómo lo hacen? Al ser insectívoros aéreos, encontrar alimento en el aire no les supone ningún problema. Se alimentan del aereoplancton y capturan con su gran boca selectivamente insectos voladores, arañas o pulgones gracias a su poderosa vista y su rapidez de reacción y reflejos. También beben agua en charcas y piscinas raseando sobre las superficies y sin tocar el suelo.
Los vencejos, que recorren miles de kilómetros cada año, son expertos planeadores y se dejan llevar por los cambios de corriente del aire: de esta forma reducen el gasto energético a mínimos. En migración primaveral usan fuentes de bajas presiones para explotar los flujos de aire cálido del sudoeste y, a su regreso, cabalgan los vientos del noreste en la parte posterior de los frentes de baja presión. Además, practican el sueño unihemisférico (es decir, que duermen con una mitad del cerebro y luego con la otra) cuando se elevan al anochecer a altitudes de más de 1000 metros y permanecen suspendidos aleteando lentamente hasta el amanecer.

Se ven poco afectados por las borrascas. Su cerebro posee un sistema que, a modo de barómetro, detecta las condiciones meteorológicas, lo que les permite presentir su proximidad. Volarán por delante de ella, hacia lugares a veces muy alejados, para conseguir aeroplancton. En ocasiones, si las condiciones climáticas se recrudecen durante muchos días y el invierno parece regresar al continente, los vencejos quedan atrapados y se debilitan. Empiezan a morir en gran número. Se les puede ver aferrados a las paredes de los edificios en un intento desesperado de no caer al suelo.
Su retorno a sus lugares de cría no pasa desapercibido. Forman grupos muy ruidosos que chillan sin cesar buscando sus nidos, a los que son fieles. Las voces de machos y hembras forman parte del paisaje sonoro de nuestras primaveras. Les gustan los cascos viejos de las ciudades y los altos edificios históricos, que tienen mucha piedra con huecos para anidar, donde forman las colonias. Los primeros en llegar son los adultos, después llegan los jóvenes no reproductores de dos a cuatro años que tratan de buscar pareja y nidificar. Pueden enfrentarse con fiereza en defensa de sus nidos, con peleas que les pueden llevar al suelo.
Monógamos
Son especie monógama. Después del viaje se reencuentran y reconocen en el interior de su nido, donde emiten un chillido único y especial que sólo la pareja conoce. Comienza el cortejo con acicalamientos y gestos de apego; después, se lanzan al aire en una persecución espectacular, y en el aire efectúan la cópula. Tapizan con esmero el interior del nido con materiales que atrapan en el aire, plumas y briznas de paja. La puesta tiene lugar en el mes de mayo y consta de 2 a 3 huevos blancos que ambos padres incuban alrededor de 25 días.
Los pollos permanecen en el nido unos 45 días, que se pueden prolongar a 60 si las condiciones climatológicas son desfavorables. En días soleados, los padres, con una actividad frenética, pueden aportar al nido hasta 15 cebas. Cada ceba puede contener hasta 300 insectos, con los que forma una bolita detrás de la lengua. Durante las borrascas las cebas se pueden reducir a cero, pero los pollos soportan el ayuno unos días ralentizando el metabolismo y tirando de las reservas grasas esperando el regreso de las expediciones de cacería de los padres. Antes de abandonar el nido, los volantones adquieren un sobrepeso de 7 gramos para resistir futuros periodos de ayuno.
A mediados de julio finaliza la etapa nidícola. Equipados con sus extraordinarias adaptaciones al medio aéreo y una enorme valentía se dejan caer por la grieta en que nacieron deslizándose por el aire a impulsos de las alas. No volverán a posarse durante 21 meses, hasta que regresen para nidificar. Los adultos, atentos a su torpeza y dificultades, acuden en su ayuda, enseñándoles a perfeccionar el vuelo. En unos días partirán hacia el sur con destino África, tal y como lo llevan escrito en los genes. Al poco tiempo, sus padres también iniciarán la migración posnupcial con el mismo destino.
Los vencejos que crían en España atraviesan en su migración la península y el Magreb para dirigirse al África subecuatorial. Sobrevuelan el Sáhara o lo sortean costeando el Atlántico, y se dirigen, primero, al Sahel y, después, hacia la Zona de Convergencia Intertertropical africana, que recorren de oeste a este. Durante el verano austral, estas zonas extensas de selvas y sabanas contienen gran abundancia de insectos para los vencejos, por lo que su presencia en el cielo es casi ininterrumpida. En el mes de febrero inician el viaje de regreso cerrando el ciclo anual de migración, reproducción, migración.

Los informes de SEObirdlife arrojan datos sobre el declive en un 27,2%de la población española de vencejos entre 1998 y 2020, por lo que fue elegida ave del año en 2021. Una de sus principales amenazas es la pérdida de los enclaves de nidificación. Puede suceder que los padres, al regresar a sus nidos, no los encuentren, bien porque ya no exista el edificio o porque se hayan tapado las oquedades, a veces con los pollos dentro. También influye el uso de algunos fitosanitarios con la pérdida de biodiversidad que provocan, al hacer desaparecer las larvas de invertebrados del suelo. Además, el impacto del calentamiento global será decisivo en su futuro. Los vencejos son esenciales en la naturaleza, ejercen como potentes insecticidas naturales, capaces de controlar plagas y transmisión de enfermedades. La presencia de vencejos es un indicador de salud en el planeta.
Colonia segoviana
En Segovia la impresionante colonia de vencejo común, con más de 300 nidos sólo en el Acueducto, no es la única. Existen numerosas colonias en monumentos y edificios (históricos o no). Forman parte esencial de nuestro patrimonio natural.
Así, muestran un gusto exquisito “ocupando” en Segovia, con gran visibilidad, monumentos como el Acueducto y, con mayor discreción, tapias, tejados, lienzos de muralla, etc. Este hábito le hace muy vulnerable a una acción incesante en la ciudad, las obras, las cuales, si no le tienen en cuenta, destruyen sus nidos y las oquedades donde se refugian. En Segovia el planeamiento urbano ha tenido en cuenta hasta cierto punto al vencejo y otras especies que habitan el medio urbano (y que, por tanto, quedan fuera de la vigilancia ambiental que existe en el medio natural) al implantar la necesidad de una valoración previa del impacto de las obras en estas especies protegidas, así como exigir medidas para corregirlos. Sin embargo, se ha quedado cojo en este sentido, puesto que solamente se aplica a los edificios catalogados, dejando a la “intemperie” al grueso de edificios que no tienen catalogación. Esta circunstancia permite la realización de numerosas obras cada año en tejados y fachadas sin consideración alguna hacia los vencejos, como permitió en mayo del año pasado la destrucción del muro que se encontraba frente al Taray, repleto de nidos de vencejo, colirrojo tizón, gorrión chillón, paloma bravía, etc. Hasta un cernícalo vulgar habitaba en este muro. Esta destrucción furtiva del hábitat de los vencejos deviene de la ignorancia del Ayuntamiento de la presencia de estas especies en los edificios en cuestión, que están protegidas sobre el papel, pero a las que nadie protege. Esta situación podría corregirse con la implicación de los amigos de los vencejos, informando al Ayuntamiento de la presencia de estas aves y evidenciando así la necesidad de incluir en las obras medidas de conservación.

De hecho, que siga habiendo vencejos en los cielos segovianos se lo debemos en gran parte a personas y organizaciones que han trabajado durante años en su conservación. Y gracias a sus actividades divulgativas nos han permitido conocer al fascinante personaje. El Foro GeoBiosfera es pionero en la conservación de fauna silvestre en edificios. Los trabajos realizados durante años por el que fue su presidente, Javier Sáez Frayssinet, para evitar la destrucción de nidos mediante la intervención directa en la restauración de las construcciones más emblemáticas (Acueducto, Muralla, Iglesias y numerosos aleros) recuerdan a los de un artista del Renacimiento. Gracias a él se han preservado nidos y se han habilitado espacios para potenciar nuevas nidificaciones. En 2021, el Foro organizó el VI Congreso Internacional de Vencejos en la ciudad: la preciosa presentación de Sáez Protección de los Vencejos en Segovia fue decisiva para para que la organización seleccionara nuestra ciudad. En el 2024, Aunatur y Gloria Molina, muy implicadas en promover acciones para la conservación de esta ave, organizaron el 7 de junio el primer Festival de Vencejos de nuestra ciudad. Segovia está en deuda con todas estas personas que trabajan incansables para evitar la destrucción de nidos. A nivel estatal, a pesar de su protección legal (está incluido en el LESRPE) el vencejo común está desapareciendo de nuestros cielos, en palabras de la D.G. de SEO Birdlife.
