Dos años después del inicio de la revolución en Libia, el país ha iniciado el camino hacia la democracia y, pese a los problemas de seguridad que sigue habiendo, son muchos los ciudadanos que se muestran orgullosos de los logros alcanzados hasta el momento.
Con su delirio, Muamar el Gadafi destruyó la nación. Cuando los libios se levantaron contra el déspota hace ahora dos años, el territorio no tenía Parlamento, Constitución, contaba con un descuidado sistema sanitario y una deficiente educación que apenas transmitía conocimientos útiles. El camino hacia un Estado en funcionamiento es largo y lleno de obstáculos.
Y a algunos les falta paciencia. Por eso no quieren celebrar el aniversario de la revuelta que derrocó a Gadafi, sino protestar hoy contra el Gobierno y el Congreso.
La noche del 15 de febrero de 2011 se produjo la primera manifestación, pese a que las primeras no estaban previstas hasta dos días después. De ahí que se hable de la revolución del 17 de febrero.
Los activistas critican al Ejecutivo y exigen el desmantelamiento inmediato de todas las brigadas revolucionarias que hasta ahora se han negado a dejar las armas. «El comité constitucional debe constituirse de inmediato», se añade también en la lista de exigencias para una «corrección del rumbo de la revolución».
En la transición a un sistema democrático, Libia avanza considerablemente mejor que otros Estados de la Primavera Árabe. Las elecciones parlamentarias del año pasado fueron alabadas por los observadores internacionales, que las consideraron ejemplares. Tampoco los perdedores electorales denunciaron fraude de sus opositores.
El Gabinete de transición del primer ministro, Ali Seidan, se esfuerza en hacer frente a los dos mayores problemas de la posguerra: el de los exrevolucionarios, que siguen armados y exigen su parte del pastel, pero que hasta ahora se negaron a unirse a las fuerzas de seguridad estatales, y el de la reconciliación entre los clanes y grupos políticos enfrentados.
Especialmente fuerte es la crítica al Gobierno y el Parlamento desde Bengasi y otras ciudades del este. Fue precisamente allí donde tuvieron lugar las primeras acciones de protesta la noche del 15 de febrero de 2011. Y también aquí donde se dispararon las primeras balas mortales contra los manifestantes. También en esa localidad milicianos islamistas asesinaron a un embajador de EEUU.
Además, en Zintán, se niegan a entregar al hijo del exdictador Saif al Islam al Tribunal de La Haya, mientras que en la parte occidental del país, las aspiraciones separatistas están poniendo en jaque a Trípoli.
