Hace un par de años, el museo Rodera Robles reunió parte del denso archivo de Luis Martín González en una exposición con el lema Segovia: cultura abierta en tiempos de cambios. La disfruté, me vi reflejado y, además, me permitió refrescar la Apertura, la Movida y la Transición en Segovia; en las tres etapas, Luis tuvo su papel, de día y de noche.

Conocí a Luis Martín, de cerca, en la redacción de Diario de Castilla (1976-1979). Llevaba la publicidad, las relaciones públicas y la página musical, Por la música. No era de contar sus proyectos, los hacía. Su aspecto chocaba con el aspecto rompedor de muchos; siempre iba impecable e informal, sin una mancha ni una arruga, como los maniquís del escaparate de Nápoles y Quintanilla, de la calle Cervantes, donde comenzó como dependiente, y como las camisas Tervilor que vendía de niño por las tiendas de varias provincias, en un Seat 600 comercial, que conducía su su padre. Entonces y después, nunca le he visto perder las formas, respetaba a todos y a cualquier autoridad, con cargos y sin ellos. Como todos los jóvenes con ilusiones, venía a llevarse la vida por delante. Realizó su sueño con creces.

Era y es un hombre pegado a un micrófono desde los 16 años, en 1963, cuando tuvo la osadía de crear una replica del Gran Musical en el Club Studio de la calle Cañuelos, con discos prestados; sin más impulso que la confianza de Pérez Gallego, presidente de la asociación. Siguieron los conciertos matinales de los domingos con los grupos pop segovianos (Los Riscos, Los Poker…), en Las Vegas, Terraza Jardín, Florida y las Sirenas, donde llevó a Camilo Sesto. Durante sus dos años de Mili en Madrid, con un radio casete también prestado, entrevistaba para Radio Segovia a los soldados famosos del cuartel: futbolistas, toreros y al cantante Víctor Manuel.

En los últimos años del Franquismo ya se acariciaba el cambio. “Tiene que llover a cántaros”, cantábamos. La batalla política se libraba en otros espacios, es verdad, pero los proyectos de Luis ayudaron a la apertura de mentes, formas e ideas en Segovia, seguramente sin que ése fuera su propósito primero. Desde 1970 a 1982, fue el alma máter de Ladreda 25. Había otras discotecas, pero ésta fue la más innovadora e influyente. Más allá de la música disco y de las luces de colores, Ladreda era la radio sin transistores, la televisión sin televisores, el periodismo sin periódicos… Si sonaba Libertad sin ira, todos la coreábamos.

Quienes vivimos aquello, lo recordamos con una sonrisa tierna; quienes no tuvieron esa suerte, pueden pensar que exagero, pero fue real: galas de Triunfadores, recuperación de los Carnavales, teatro aficionado, elecciones de Maja y Miss Segovia, Reina de las Fiestas; artistas de nivel: Aute, Ismael, Amancio Prada, Sabandeños, Agapito, el Mester, Hadit, Silverio, Aguaviva, Nuestro Pequeño Mundo, Manolo Sanlúcar, Morente, Hilario Camacho, Pablo Guerrero, Carlos Puebla, Manuel Toharia, Paloma San Basilio, Emilio José, Aniceto Casaca Roja…

La censura previa de espectáculos era obligatoria. Pidió permiso para una entrevista con el nuevo obispo, don Antonio Palenzuela, pero fue prohibida por el Gobierno Civil, con amenaza de bomba incluida. Sí se celebró ¿Quién construyó el Acueducto?, una sátira a los homenajes oficiales, a cargo del grupo del Club Studio, con Yeyo Quintanilla de protagonista.
Los locales de la marca “Vera” se multiplicaron: El Vera Club, el Monóculo, la Wiskería, La Violeta de Sepúlveda, la Blanca Paloma en Parque Robledo… Luis era el director de todos y le sobraba tiempo para atender Poetas, un pub que abrió en la calle Escuderos: certamen de poesía, libros, actuaciones: Soledad Bravo, Joaquín Sabina, que cobró 50.000 pesetas. A mayores, revitalizó la FM de Radio Segovia con Encuentros en la radio.

A Ladreda iba todo aquel que quería ver y ser visto. Era un hervidero de noticias y allí acudíamos los periodistas, alentados además por un trato preferente en la barra. Fueron doce años muy intensos, que contribuyeron a que los viernes comenzaran a ser una fiesta y a cepillarle la caspa a la noche de esta ciudad. ¡Gracias!
La siguiente etapa, como director de Antena3 Radio, también duró doce años, los que resistió la cadena en España (1982-1994), víctima de la guerra empresarial y política de los medios. Luis no se refugió en el desempleo, enseguida asumió la dirección de Punto Radio y de Televisión Segovia. Esta nueva aventura fue más larga, 20 años (1984-2004). No dejó los micrófonos y se adaptó bien a las cámaras, pero tuvo que transformar aquel embrión de televisión amater en una empresa sostenible y competitiva. Lo logró.

Por eso de los cambios de cromos entre los medios de Castilla y León, le llegó la jubilación anticipada y buscó otra vocación que tenía pendiente, viajar, sin perder su condición de periodista, ahora con una cámara de televisión muy manejable y con la única ayuda de María José, su eterna compañera y madre de sus hijos. Así llevan 15 años, viajando mucho, a coste propio, por todo el mundo. Esta apasionante etapa la cuenta gratis en Onda Cero Radio y en la 8 de Segovia. Tiene mucho más que compartir, de lo vivido y de lo programado, pero hoy ya no cabe más. Con 77 años, es muy joven.
Comprimo mi sentimiento: Me gusta reencontrarme con Luis. La confianza es recíproca, su humildad me gana. “Te quiero, compañero”.
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