El escándalo diplomático provocado por las filtraciones de Wikileaks marcó ayer la clausura de la XX Cumbre Iberoamericana, que será recordada como la reunión que blindó a la región contra las intentonas golpistas.
Los jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos dieron un salto cualitativo con la suscripción de la llamada cláusula democrática, que prevé suspender del mecanismo latinoamericano a los países donde se quiebre la institucionalidad democrática.
Aunque la medida es más suave que las vigentes en otros organismos regionales, como el Mercosur o la Unasur, los presidentes no dudaron en subrayar la trascendencia de este acuerdo, uno de los 13 suscritos al término de la reunión en Mar del Plata.
Para el ecuatoriano Rafael Correa, esta cita marca «un antes y un después» para la historia de la región, porque -dijo- «estamos concretando acciones para que nunca más en nuestra América aquellos que no nos pueden vencer en las urnas traten de conspirar contra Gobiernos legítimamente electos».
Es necesario, manifestó la anfitriona, la argentina Cristina Fernández, que «estemos todos dispuestos a llevarla adelante con mucha fortaleza y firmeza, cortando todo tipo de vinculación con aquellos países que intenten o logren destituir a la democracia».
También para el guatemalteco Álvaro Colom esta resolución puede contribuir a mantener la estabilidad política en Centroamérica.
«Los problemas de la democracia solo se resuelven con más democracia», aseguró el salvadoreño Mauricio Funes, quien pidió a la Cumbre que no «castigue» al pueblo hondureño por el golpe de junio de 2009.
Además, instó al Ejecutivo de Tegucigalpa, encabezado por Porfirio Lobo, el único que no fue invitado a Mar del Plata, a reconstruir el tejido democrático y a posibilitar el retorno del derrocado Manuel Zelaya a su país.
El otro tema de la jornada, el escándalo de la diplomacia estadounidense, había planeado sobre la Cumbre en vísperas de su inicio y llegó ayer al pleno de la mano de países de la ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas), cuyos presidentes, curiosamente, no asistieron a la cita de Mar del Plata.
Los rumores que apuntaban a la aprobación de una mención crítica contra Washington fallaron, aunque Correa admitió que «no se incluyó (ninguna resolución), pero se habló» de ello.
En el pleno, el primero en abrir el fuego fue el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, quien denunció que las filtraciones de Wikileaks «desnudan la diplomacia imperial, transparentan sus verdaderas intenciones y la burda intervención en nuestros asuntos internos».
En la misma línea, el representante venezolano, Nicolás Maduro, opinó que las filtraciones están destapando «una inmensa operación de intriga política, de espionaje, de búsqueda de influencia por vía ilegítima» y revelan la «persecución permanente en contra de la revolución bolivariana, en contra del pueblo venezolano».
También el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, cargó contra la «diplomacia imperial de espionaje y conspiración» de Estados Unidos e instó a los países de la región, en especial a Argentina, a no caer en la división.
«La transparencia es la mejor defensa contra la conspiración. No tenemos nada que ocultar. No permitamos que esa manera de proceder eleve distancias entre nosotros», afirmó dirigiéndose a Cristina Fernández. García Linera aludía así, sin mencionarlo expresamente, a las filtraciones sobre la voluntad de Fernández de colaborar con EEUU en su estrategia en Bolivia y a los calificativos de «persona difícil» que habría dirigido al presidente Evo Morales.
La Cumbre estuvo marcada también por las significativas ausencias de José Luis Rodríguez Zapatero, el primer presidente del Gobierno español que no cumple con la cita iberoamericana; el venezolano Hugo Chávez, el boliviano Morales, el nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Raúl Castro, además del hondureño Lobo.
