El presidente sirio, Bachar al Asad, apuntó hace unos días a la contienda que mantienen en Alepo sus efectivos y los opositores a su Gobierno como la batalla que «determinará el pasado, el presente y el futuro del país». Por ello, la segunda ciudad más importante de la nación es, desde hace varias semanas, el epicentro de los combates entre el Ejército y las tropas rebeldes. Pero la capital, Damasco, se convirtió ayer en el nuevo foco de atención, ya que decenas de autobuses con soldados gubernamentales, tanques y vehículos armados entraron en el barrio de Tadamon, último reducto de las milicias insurgentes, con el fin de que la urbe esté «totalmente bajo el control» del régimen.
El Ejecutivo de Al Asad centró su ofensiva en las dos principales localidades del Estado y, mientras al cierre de esta edición, proseguían los combates en las calles de Damasco, envió refuerzos a Alepo con el mismo fin, el de expulsar a unos sublevados que se han hecho más fuertes de lo esperado inicialmente en ese enclave.
En el resto del país proseguía la contienda, principalmente en Hama, donde las fuerzas leales al presidente acabaron con la vida de 62 personas. Y en la frontera con el Líbano los efectivos bombardearon el puesto de Akkar, hiriendo a dos civiles que intentaban huir al país vecino.
Desde el Gabinete justificaron este ataque como medida de contención del éxodo que afecta al país, mientras que el Gobierno libanés ordenó el refuerzo de tropas en el límite con Siria y encomendó a sus soldados proteger a los civiles que intenten atravesar la valla.
Mientras tanto, en Nueva York, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que, con el respaldo de 133 de sus 193 países miembros, condena la creciente violencia registrada en el país árabe e insta a poner en marcha un proceso de transición. De entre todos los votantes, 12 naciones, entre ellas Rusia, Cuba y Venezuela, se declararon en contra del texto, mientras que otras 31 se abstuvieron.
El documento urge a llevar adelante una transición política que, dirigida por representantes sirios, derive en un sistema democrático multipartidista que abarque «todo el abanico de la oposición».
Asimismo, urge a Al Asad a replegar las tropas del Ejército desplegadas en el país, condena en duros términos el uso de armas pesadas contra la población y acusa a las autoridades locales y a las milicias gubernamentales de cometer ejecuciones arbitrarias y de violar sistemáticamente los derechos humanos.
Por otro lado, Moscú, fiel defensor del presidente sirio, auguró que la dimisión de Kofi Annan, el pasado jueves, como enviado especial de la ONU y la Liga Árabe en el país asiático supondrá la intervención militar en la nación de Occidente.
Según el viceministro de Exteriores, Gennadi Gatilov, la renuncia de Annan está motivada por intereses partidarios de la comunidad internacional, que lleva meses abogando por cambiar la misión de paz en territorio sirio y enviar a la zona a sus efectivos.
«Kofi Annan es un mediador internacional honesto, pero alguien lo quiere echar del juego para abrir la puerta a una acción por la fuerza. Es obvio», añadió el diplomático ruso.
