Oxana Pangina deja la gran ciudad de Moscú para viajar a España. Con tan solo catorce años, quiere saber por sí misma cómo es el mundo, aprender sobre otras culturas y conocer puntos de vista diferentes. La joven moscovita siente que es el momento de independizarse. Su familia está de acuerdo con su decisión; están convencidos de que Oxana no solo ampliará sus conocimientos, sino que también crecerá como persona y se convertirá en una buena profesional en un futuro y en una mujer autónoma y responsable. Viajar abre la mente, también abre las expectativas si posees un espíritu emprendedor: Oxana ha cruzado varias veces las fronteras de su Rusia natal y el hecho de salir de su país por unos años no le causa temor; al revés, lo siente como una gran oportunidad.
Oxana recuerda hoy aquella partida vivamente, como si fuera ayer, y eso que han pasado seis años. Aquel viaje fue trascendental: se marchaba de Moscú sin la protección de sus padres para comenzar sus estudios de bachillerato en Valencia, cuyo clima mediterráneo, suave y cálido, nada tenía que ver con el de la capital rusa, cuyos inviernos son realmente duros, con temperaturas que pueden bajar hasta los -30ºC.
Oxana hoy echa de menos la vida en la imponente y gigantesca ciudad de Moscú, pero también asegura que ama a España, su actual hogar. Su español es perfecto, y domina con gran fluidez el inglés, la lengua en la que estudia Administración de Empresas en el campus de IE University en Segovia. “Ahora estudio chino, es una lengua aparentemente complicada, pero cuando la estudias tiene mucho sentido”, confiesa la joven rusa, que pone su mirada y sus proyectos futuros en el gigante asiático, consciente de las oportunidades que allí existen para una persona como ella. Al contrario de lo que pudiera pensarse, China no es un país tan alejado para Oxana: su familia procede de Vladivostok, ciudad portuaria ubicada en el lejano oriente ruso, próxima a la frontera de China y Corea del Norte, y última parada del archifamoso ferrocarril Transiberiano.
Cuando le da por recordar, a Oxana se le ilumina la cara: habla de su familia y de sus abuelos, que fueron diplomáticos en la embajada rusa en Londres. Su padre, un reconocido economista, es también uno de sus grandes referentes: de él heredó, entre otras cosas, su pasión por viajar y por conocer otros países y culturas. Sin duda, estos antecedentes marcaron su carácter y le hicieron ver el mundo desde una perspectiva global. “He visitado hasta quince países. Elegí venir a España a estudiar por el clima y por el idioma; además, el aire es menos sucio que en Moscú y los españoles son muy amables”, confiesa…
