Pese a que la muerte sea un hecho inevitable, el sector funerario no logra escapar a la crisis, cuya patronal atribuye al descenso de las defunciones en España en los últimos años y a que las familias de los difuntos optan por contratar menos servicios.
Los decesos disminuyeron en 2010 un tres por ciento respecto a 2009, según explicó ayer el presidente de la Patronal Nacional de Servicios Funerarios (Panasef), Juan Vicente Sánchez-Araña, quien esperó que la situación se alivie por el envejecimiento de la población «en los años venideros».
Además, en lo que va de año, el descenso de los fallecimientos ha sido de un cinco por ciento, y se espera que esta tendencia a la baja se mantenga durante los próximos tres o cuatro años, precisó el consejero general del grupo de servicios funerarios Mémora, Eduard Vidal.
Las comunidades en las que más personas se mueren al año y, por tanto, donde las empresas funerarias están más vivas que nunca, son Asturias y Madrid, mientras que en el extremo opuesto se sitúan Melilla y Canarias.
Para esquivar la crisis, el sector ha optado por la innovación en los servicios a las familias, como los funerales ecológicos, las crónicas periodísticas de la ceremonia o la gestión de la memoria digital, que incluye el cierre de sus cuentas de usuario, comunicar la muerte a los contactos del difunto en Internet y suprimir su información de la red.
El funeral ecológico, que puede ser hasta un 20 por ciento más barato que el tradicional, es una opción cada vez más demandada, según Vidal, e incluye una gama de productos biodegradables, tanto las urnas -que se disuelven en contacto con el agua-, como los sudarios y los féretros.
En cuanto a los costes del servicio, se sitúan de media entre los 1.800 y 2.000 euros, según datos de Panasef, cuyo presidente consideró que «prácticamente no han variado» respecto a 2010.
Madrid sigue siendo, un año más, la región más cara para morirse, con unos 3.700 euros de media en el entierro tradicional y 3.200 la cremación. De esta cantidad, lo más costoso es el enterramiento tradicional y el alquiler de un nicho durante 10 años, lo que supera los 1.100 euros de media, seguido por el féretro (775), el velatorio (620) y el coche fúnebre (532 euros).
Por otro lado, y con motivo hoy del Día de Todos los Santos, España debería encender una vela en memoria de algunos de los grandes genios de la cultura universal, cuyos restos permanecen en paradero desconocido cuatro siglos después de su fallecimiento.
Nacido en 1547, Miguel de Cervantes murió en su casa de Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente en el convento de las monjas Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, donde se cree que reposan sus huesos, según recuerda una placa conmemorativa en la fachada. Sin embargo, las sucesivas reformas que se llevaron a cabo en el templo, obligaron a mover su tumba y sus restos se perdieron.
Coetáneo y enemigo de Cervantes, Lope de Vega falleció en 1635, a los 73 años, fue enterrado en la iglesia de San Sebastián de Madrid. Pero años después, debido a que ninguno de los descendientes pudo hacerse cargo de la cantidad que debían pagar por el nicho, el dramaturgo fue arrojado a la fosa común de la parroquia.
Como ellos, Calderón de la Barca o Velázquez reposan en un lugar desconocido. Ilustres y admirados en todo el mundo, siguen sin descansar en paz después de morir.
