«Humildad, realismo y amor por la Iglesia». Ésas son las verdaderas claves de la renuncia de Benedicto XVI al Trono de San Pedro, según explicó ayer el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi. El director de la Oficina de Prensa del Vaticano insistió, además, en que la decisión del Sumo Pontífice no se debe a ninguna enfermedad específica y subrayó que el Papa está «bien, bien como una persona de 86 años».
En este sentido, recordó que Joseph Ratzinger lleva un marcapasos desde antes de que comenzara su ejercicio del Ministerio petrino, al que recientemente se le ha cambiado una batería. Sobre esta cuestión, negó también una supuesta intervención para sustituir este aparato, ya que se trató de «un proceso de rutina» y, desde luego, no ha afectado para nada a la decisión sobre su renuncia». Así, la consideración del sucesor de Pedro se debe, según Lombardi, a la «fragilidad que conlleva la edad».
De hecho, aunque el anuncio de Benedicto XVI fuese sorprendente, como el propio portavoz del Vaticano reconoció, el Pontífice ya había avisado de que solo ejercería como guía de la Iglesia hasta que las fuerzas se lo permitiesen. Así, en una entrevista concedida al periodista alemán Peter Seewald para el libro La Luz del Mundo en 2010, ya sostuvo que cuando un Papa sabe que «no puede llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir».
En la misma línea, el hermano del Santo Padre, Gergo, también clérigo, explicó que la «falta de vigor físico» que aqueja a Benedicto XVI se debe a «un proceso natural» que «se ha ido manifestando desde que cumplió los 85 a través de la pérdida de la agilidad y las habilidades físicas que necesita para llevar a cabo sus funciones adecuadamente». En este sentido, señaló que ya había recibido avisos del médico de «no realizar más viajes transatlánticos» y que la decisión de renunciar al cargo ha sido madurada durante meses».
Asimismo, negó cualquier relación entre el abandono del cargo y las supuestas intrigas eclesiásticas, ejemplarizadas en el caso Vatileaks, que finalizó con la detención de uno de sus hombres de confianza, Paolo Gabriele, apodado El Cuervo, que guardaba en su casa miles de documentos secretos, por lo que fue condenado a 18 meses de cárcel tras el juicio celebrado en su contra. Finalmente, el pasado 22 de diciembre Benedicto le indultó.
Sin embargo, al destaparse el escándalo, el propio Pontífice descartó la renuncia por aquellos sucesos. Lombardi recordó que cuando las sombras ya planeaban por El Vaticano, el Papa sostuvo que un pastor «nunca huye ante los lobos y deja el rebaño solo».
Tras su retirada del ejercicio del Ministerio petrino, Joseph Ratzinger se apartará a un antiguo monasterio de clausura situado dentro del Estado eclesiástico. El recinto -según explicó el portavoz de la Santa Sede- no pertenece a una orden concreta de religiosas sino que, hasta ahora, «había una sucesión de distintas congregaciones de monjas que estaban por un período de tiempo y después cambiaban».
«Ya están amueblando el apartamento», indicó su hermano, señalando que las cuatro hermanas de la asociación católica laica Memores Domini que atienden al Papa en el Palacio Apostólico se mudarán con él y que solo deberá prescindir del mayordomo.
Por otra parte, Lombardi aseguró que el Papa mantendrá su agenda hasta que se haga efectiva la renuncia el próximo 28 de febrero a las 20,00 horas (el momento en el que habitualmente finaliza su jornada de trabajo), y celebrará dos audiencias más. La última será el próximo 27 de febrero para despedirse de los fieles.
Además, el Pontífice se encontrará mañana con el clero romano, como cada año después del Miércoles de ceniza. Este año, las celebraciones del inicio de la Cuaresma tendrán lugar en la Basílica de San Pedro y no en la Iglesia de San Anselmo y en la Basílica de Santa Sabina, por la previsible asistencia de más fieles, según anunció la Santa Sede.
En cuanto al futuro, su hermano aseguró Ratzinger «no va a ser un jubilado de tiempo completo. No se quedará sentado esperando a que acabe el día». Por ello, se mostró seguro de que el Papa seguirá trabajando».
