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Las tertulias del Metaverso y David Lynch

por Alberto Herreros Laviña
26 de enero de 2025
en Tribuna
Alberto Herreros Lavina
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Cada viernes, con puntualidad de relojero mi madre convoca a su mesa a las fuerzas vivas de la familia (sus 7 hijos) a una animada comida en la que no falta nunca algún alarde gastronómico. No siempre está asegurado un pleno de hermanos, pero sí solemos conseguir tres cuartos de entrada en la peor de las tardes. Tampoco faltan en esas tardes de viernes, como en cualquier reunión que se precie, esos debates cotidianos, sobre qué año fue el del verano en Menorca, quién hacía un papel en tal o cual peli y algunos otros de corte más prosaico.

Seguro que Alberto se acuerda, dicen a veces, aludiendo a mi secular fiel memoria ganada en muchas sobremesas.

Cómo quiera que sea, hace unos tantos años, sin la muleta de Goggle, esos pequeños y amenos debates cotidianos se solventaban, bien argumentando con solvencia o tirando de retórica como en el senado romano, aun a riesgo de que la respuesta se quedara en un limbo. No había razones ni vencedores, pero sí largas tertulias que terminaban cuando la luna amagaba con su reflejo en la ventana del salón de casa de mi madre.  Desde hace ya un par de décadas, cualquier debate es bruscamente resuelto cuando alguien decide que ya está bien de perder el tiempo y amenaza, Smartphone en mano, con desvelar la respuesta.

En el Metaverso caben hoy todas las tertulias del mundo. Triste y abrupto final. ¡Adiós debates!, ¡adiós memoria! Las sobremesas con Smartphones nos han convertido un poco en concursantes de shows televisivos culturetas, versión digital. Esa trampa mortal de no gastar nuestra memoria aunque sea en equivocarnos en una fecha, en un nombre, nos va a hacer pasar por caja. Por la caja de la desmemoria, esa gran traicionera. Esa mochila que se va vaciando de a pocos y que llevan a la espalda más de 800.000 personas en España. Esa con nombre de canciller alemán, lenta e implacable. Esa que no podrá nunca con la última lámina de memoria que conservamos: la música.

Quizás es por eso que el gran cantante Tony Bennet, cuya memoria no le alcanzaba apenas para recordar la última película que había visto, incapaz de recordar la última mano que había sostenido, podía entonar en sus últimos meses de vida todos y cada uno de sus temas sin faltar a una sola nota, sin dejar una palabra sin decir.

Tampoco es casual que la hermana de la cantante venezolana Georgina León, que vive en España desde hace ya unos años, enviara a su hermana desde Venezuela un audio por Whatsapp en el que su madre, la memoria ya secuestrada por el Alzheimer, cantaba en la cocina de su casa un bolero sin olvidar una palabra. Georgina recurrió a la tecnología y consiguió limpiar el audio original para incluir una pista con la voz de su madre cantando a “Los Panchos”. El audio viajó 7.000 kilómetros e hizo posible la canción “Mar y Cielo” y con ello perpetuar la memoria de su abuela a través de la música.

El cantante catalán Dani Carbonell (Macaco) compuso un tema para honrar la memoria ya derrotada de su madre. “La memoria del corazón” se llama el grito rebelde de Macaco en forma de canción. Otro ejemplo más de la música al rescate del olvido.

Porque la música tiene ese poder evocador. A quién no le ha pasado eso de oír una canción, cerrar los ojos y que esta se convierta en una persona, en un lugar, en un verano abrasador, en un paisaje de infancia. El Alzheimer no le ganará jamás la partida a la música por más que se empeñe. Ni con una buena mano, como en el póker o el mus.

Si el olvido de Benedetti está lleno de memoria, la música está ebria de recuerdos. Atesora los momentos que la biología se empeña en negarle.

Cantaba Leiva en el tema central del documental homenaje a Sabina: «No tengo nada que olvidar de mi pasado Por eso espero que el olvido no se olvide de quien fui». Palabras que a buen seguro, todos suscribimos.

Otro viernes en casa de mi madre con un casi pleno de hermanos. Tras los postres, tomamos posiciones estratégicas en el salón para el café y tertulia. En un momento, la conversación da un giro hacia David Lynch que acaba de morir el día anterior. Alguien menciona que había dirigido no sé qué película. El debate promete. El golpe nos pilló a todos con la guardia baja. Mi hermano Pipo es el más rápido. Desenfunda su iPhone antes de que podamos reaccionar e invocando a Google vacía su cargador: No es de David Lynch, es de Tarantino, sentencia con una sonrisa que le sabe a victoria, sin dejarme lucir mi memoria enciclopédica.

Otra tertulia asesinada a sangre fría.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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