Los cambios aplicados o por aplicar en el reglamento del baloncesto con la excusa de fomentar el espectáculo, y que ya pueden vislumbrarse en diferentes artículos de prensa especializada, no me convencen en la mayor parte de los casos.
Los americanos se autoproclaman los mejores del mundo en casi todo, aunque oficialmente no lo sean, y tienen el cuajo de alterar la normativa original de un deporte con unos parámetros internacionales para, según ellos, favorecer el espectáculo. Así en la NBA castigan las defensas zonales o permiten a jugadores pegarse carreras para encestar. Y en competiciones internacionales los arbitrajes son laxos a la hora de castigar sus paseos. Con el conocido como Paso Cero, aplicado en todo el mundo, he visto a jugadores grandes y atléticos dar hasta cuatro pasos de manera impune en la NBA. Potencian normas que los hacen invencibles y el organismo internacional las adopta para que la distancia entre ellos y el resto nunca se acorte. Aunque solo acepten medirse con la plebe con sus mejores efectivos en los Juegos Olímpicos.
La tipología del jugador NBA y su preparación física no tienen nada que ver con las de antaño. Los jugadores cada vez saltan y corren más y arrinconan al talento puro del que tiene una menor exuberancia física. El juego interior cada vez pinta menos y se prefieren partidos a 150 puntos con un 35 por ciento de acierto en los tiros a que se anote menos con un porcentaje del 45 por ciento. Relativicemos el error, dicen. Kobe Bryant fue un jugador legendario, de calidad incuestionable. Y también el que más tiros ha fallado de toda la historia de la NBA. Pues eso.
