José Luis Martín de Lucas (22 de abril de 1968) fue elegido secretario provincial de UGT en Segovia en octubre, con el voto del 54% de los 55 delegados. Procedente de la Federación de Servicios, Movilidad y Consumo y vecino de Garcillán, alerta del peligro que supone Vox para su sindicato y asume el fracaso a la hora de llegar a los jóvenes.
— Llegó al cargo “engañado”.
— Me propusieron un poco como a escondidas, sin saberlo yo. Mi sorpresa fue cuando me soltaron de golpe: “Hemos pensado en ti, queremos que te presentes tú”.
— ¿Qué ha aprendido?
— Es verdad que llevo muchos años afiliado, pero la cosa cambia de verlo como afiliado a estar aquí dentro. La gente piensa que somos una panda de gandules, que no hacemos nada, y eso es mentira. Yo antes veía a la gente y decía: “Mira este, que suerte tiene, está aquí metido, cobrará por ello”. Pero aquí no cobramos nada, es por amor al arte. Se trabaja, se pelea por ganar afiliados y elecciones, que es lo que tenemos que hacer. Muchos viajes, reuniones: hoy tengo que ir allí, mañana allá… Hay que tener mucha presencia, que se vea que estamos ahí al lado de los trabajadores. Se trabaja bastante, aquí nadie vaguea.
— ¿Cómo se consigue estar al lado de los trabajadores?
— CC OO era un obstáculo para la UGT, igual que nosotros lo somos para ellos. Las batallas se libran en las elecciones; hay que ganarse a la gente. Y eso se hace yendo a visitarles, demostrando que UGT está al lado de ellos. También hablando con los empresarios. Libramos una batalla, pero a esta batalla cada vez se une más gente. El sindicato de Vox para nosotros es una pesadilla; están entrando ya en empresas y consiguiendo votos. Parecía que no iban a hacer nada, pero Solidaridad está sacando votos. Como no nos pongamos de acuerdo CCOO y UGT, los de atrás vienen atizando.
— ¿Por qué es una pesadilla?
— Lo que estoy viendo desde que estoy comandando un poco la UGT de Segovia es que la gente joven pasa totalmente de los sindicatos. Nos ven como una panda de vagos, como que no hacemos nada. Pero cuando realmente tienen problemas en su trabajo es cuando acuden al sindicato. La gente joven es muy reacia a afiliarse, hasta que no ven las orejas al lobo… Vox está captando mucha gente joven con esto de las pulseritas y la banderita de España. No sé qué métodos usarán para atraerles. Lo que veo es que es muy difícil llegar a ellos: la gente joven es la que nos está fallando.
—¿Qué propone para llegar a los jóvenes?
— No hay que proponerles, hay que hacerles entender, convencerles de que la UGT está para ayudarles, no solamente para cobrarles un dinero todos los meses. El dinero es lo de menos; nosotros atendemos a gente afiliada y a no afiliada.
— ¿Por qué se lleva el sindicato Vox a esos jóvenes?
— No sé lo que está proponiendo para captar a tanta gente joven, yo creo que son engaños y mentiras. Vox quiere a los sindicatos muertos, dicho por ellos. Tendríamos que estar en la cárcel. ¿Qué puedes esperar de gente con esa forma de pensar? Engaños y mentiras. Es un caramelo; lo pones y luego se lo quitas. Y mientras tanto, les tienes engañados. Nosotros vamos de frente. No comemos marisco, como dicen por ahí: nuestras comidas valen 11 euros, y con eso no se come marisco.
— ¿Qué errores ha cometido UGT para que exista esa imagen de los sindicatos?
— Nuestro error, a lo mejor, es que vamos de la mano del Partido Socialista. Todo lo que haga, nos repercute. También algún acto nuestro, sin mala intención, que haya afectado a nuestra imagen. Tendríamos que mejorar, empezando por arriba, porque el Partido Socialista diera otro tipo de imagen al pueblo español. A lo mejor cambiaría el concepto de los sindicatos. No hay que prometer, hay que hacer: al pueblo se le gana haciendo. Ahí es donde creo que deberían apechugar los de arriba.
— ¿Considera suficiente la reforma laboral?
— De momento, está funcionado. Que sea suficiente o no, el tiempo lo irá diciendo, es pronto todavía. Nosotros nos conformamos con que los trabajadores tengan un puesto de trabajo digno, sin estar pendiente de si seguirán dentro de seis meses. Al trabajador hay que darle una cierta estabilidad en su empleo, es lo que queremos conseguir con la reforma laboral. Estamos acertando y teniendo suerte, de momento.
— ¿Los sueldos son suficientes ante el aumento de la inflación?
— No, no son suficientes, ni hartos de vino. Hemos subido el Salario Mínimo Interprofesional a 1.000 euros y, de golpe y porrazo, empieza a subir el IPC a un 10%. Es increíble, cuando vemos que hemos ganado algo -no mucho, un poco- ahora llegan y nos inflan los precios con las energéticas. Estamos igual o peor. Es insuficiente. Ahora mismo, las negociaciones de los convenios van a ser muy complicadas, pero muy complicadas. Lo que no haya subido el SMI lo vamos a querer subir en convenio. Los empresarios dirán: “Es que a ti te lo suben, y a mí también”. Y en parte llevan razón, pero nosotros tenemos que mirar por el trabajador.
— Tras relajar la obligatoriedad de las mascarillas, ¿hasta dónde llegará la libertad del trabajador para protegerse del virus?
— Margen de libertad, el que quieras. Por usarla, nadie te va a decir que te la tienes que quitar, nadie te va a poner una pistola. Van a ser los miembros de prevención de cada empresa los que tienen que valorar el riesgo que hay en su lugar de trabajo. Hay oficinas como los contact center, con mucha gente trabajando, unos enfrente de otros. Ahí, sin mascarilla, no se puede estar.
En las peluquerías, que son centros pequeños sin mucha ventilación, habrá momentos con cinco o seis personas sin distancia de seguridad.
— ¿Será la casuística de cada negocio la que decida?
— Va a ser cada empresa la que va a decidir si se sigue o no con la mascarilla puesta.
— ¿Y el trabajador va a tener que acatar la decisión?
— Sí, efectivamente. A pesar de las vacunas, el virus sigue ahí. Y la mascarilla es una barrera entre el virus y nosotros. Un trabajador sano produce; uno de baja, no.
