Cuando usted, amable lector, esté leyendo estas líneas, los partidos políticos que han concurrido a las elecciones para las Cortes de Castilla y León ya conocen el resultado de las urnas y se aprestan a iniciar una nueva etapa política en la región, marcada indefectiblemente por los acuerdos y pactos para hacer posible un nuevo Gobierno. En los 15 días anteriores a esta fecha, los candidatos han desgranado en actos políticos, declaraciones y entrevistas las principales propuestas que conforman sus programas electorales, y a grandes rasgos, la ciudadanía ha escuchado promesas de proyectos basados en áreas tan importantes como la economía, los impuestos, las infraestructuras o los servicios públicos.
He realizado un somero repaso por la pléyade de propuestas que los candidatos han ido planteando no solo en campaña sino incluso alguna semana antes, y no he sido capaz de encontrar ninguna referencia concreta a proyectos o iniciativas en materia de cultura o patrimonio, hecho francamente sorprendente en una comunidad que atesora un alto porcentaje de la riqueza patrimonial de España y que desarrolla una cada vez más importante actividad cultural.
¿Sorprendente? No tanto. En las campañas electorales, los mensajes con los que los partidos buscan atraer el voto se centran en aspectos que consideran esenciales para el electorado, siempre relacionados con el bolsillo o la estabilidad económica, y arrinconan otros de menor calado porque su impacto en el elector no es tan inmediato.
Conviene no olvidar que el sector cultural aporta un nada desdeñable 3,3 por ciento del PIB en Castilla y León
Pero conviene no olvidar que el sector cultural aporta un nada desdeñable 3,3 por ciento del PIB en Castilla y León, y cuenta con unas grandes posibilidades de desarrollo para poder incrementar esta aportación, teniendo en cuenta su innegable relación con el turismo, una de las principales industrias de la región. La Seminci de Valladolid o los más cercanos Hay Festival o Titirimundi en Segovia muestran desde hace décadas su capacidad de atracción, y sirven como ejemplos de lo que podría ser una pujante industria cultural en la región. Del mismo modo, contar con el vastísimo patrimonio que tiene la región –con el mejor catálogo de edificios del románico en el mundo, por poner un ejemplo- es un legado que hay que proteger y poner en valor con criterios de eficiencia y sostenibilidad.
Nada de esto ha tenido hueco en la liza preelectoral. Dejando al margen los posados de los candidatos en magníficos entornos monumentales en sus actos de campaña, no ha habido espacio público para presentar sus proyectos en este ámbito. Hay que adentrarse en la letra pequeña de los programas electorales para conocerlos, y me temo que no habrán sido muchos los ciudadanos que se hayan detenido en su lectura.
La Cultura y el Patrimonio siguen siendo las hermanas pobres de la acción política, y en comunidades como Castilla y León es un lujo que no nos podemos permitir
La conclusión es obvia. La Cultura y el Patrimonio siguen siendo las hermanas pobres de la acción política, y en comunidades como Castilla y León es un lujo que no nos podemos permitir. A partir de hoy, quienes nos gobiernen tendrán la oportunidad de invertir esta dinámica negativa y prestar apoyo a un sector al que le costará salir de la crisis económica post-pandemia mucho más que a otros.
