El presidente surcoreano, Moon Jae In, y el dirigente norcoreano, Kim Jong Un, se citan hoy para la que será la tercera cumbre entre los dos países, técnicamente aún en guerra, y que supondrá el pistoletazo de salida de una ronda de contactos que incluirá igualmente una cumbre histórica entre Kim Jong-un y el presidente estadounidense, Donald Trump, con vistas a la desnuclearización de la península.
El año 2017 terminaba en un punto álgido de tensión entre Corea del Norte y Estados Unidos, cuyos mandatarios se habían intercambiado en los últimos meses insultos, y los analistas advertían de que la confrontación entre ambas naciones era una posibilidad real. Pero en un giro inesperado, en su mensaje de Año Nuevo Kim Jong-un se mostraba dispuesto a enviar una delegación de su país a los Juegos Olímpicos de Invierno que iba a acoger en febrero la ciudad surcoreana de PyeongChang.
A partir de ese momento los acontecimientos se aceleraron. Las dos Coreas restablecen su línea telefónica de contacto, suspendida durante dos años, Seúl y Washington acceden a aplazar sus maniobras militares conjuntas anuales y se produce el primer contacto entre delegaciones intercoreanas desde 2015, del que sale el anuncio de que Pyongyang enviará una delegación a los Juegos Olímpicos de Invierno.
Al frente de dicha delegación Kim Jong-un envía a su hermana, Kim Yo Jong, quien el 10 de febrero mantendría un histórico encuentro con el presidente surcoreano, al que traslada una invitación a visitar Pyongyang. En respuesta a dicha visita, una delegación surcoreana, encabezada por Chung Eui Yong, asesor de seguridad nacional de Moon, viaja a la capital norcoreana (la primera visita de este tipo en 11 años) y se reúne con el líder norcoreano.
En dicho encuentro, Kim Jong-un expresa su deseo de mantener “discusiones serias” con Estados Unidos sobre su programa nuclear siempre y cuando se garantice la seguridad de Corea del Norte y rápidamente Trump le toma la palabra: habrá una cumbre entre ambos, la primera entre un presidente estadounidense y un líder norcoreano desde el fin de la guerra en 1953.
Aunque aún no hay fecha (Trump dijo que podría producirse a finales de mayo o principios de junio) los dos países están trabajando seriamente en ella, como lo demuestra el hecho de que el director de la CIA y futuro secretario de Estado, Mike Pompeo, viajara en secreto a Pyongyang a principios de abril para reunirse con Kim Jong-un.
Pero antes de esta cita con la historia, la cumbre intercoreana está llamada a allanar el camino. Para la cumbre, Seúl fijó tres temas clave en la agenda: la desnuclearización de la península, el establecimiento de una paz permanente entre ambos países y la mejora de las relaciones entre ambos.
El fin del programa nuclear norcoreano es sin duda la gran preocupación de Corea del Sur (y también de Estados Unidos y el resto de la comunidad internacional). Quizá sabedor de ello y en un gesto para suavizar el ambiente, Kim Jong-un anunció el pasado fin de semana la suspensión de los ensayos de misiles balísticos y nucleares (ha realizado seis desde 2006, el último el pasado septiembre cuando probó una bomba de hidrógeno), así como el cierre sus instalaciones de Punggye-ri, donde se han llevado a cabo las pruebas atómicas.
Las dos Coreas no han dejado ningún detalle al azar de cara a la cumbre y han realizado dos simulacros de la misma, el último de ellos este jueves. Kim Jong-un cruzará a pie la frontera entre los dos países, fuertemente fortificada, convirtiéndose así en el primer mandatario de su país en pisar suelo surcoreano desde que concluyó la guerra.
