En este fin de semana, me desplacé en tren desde Madrid, donde vivo, a Tarragona, aprovechando sus suaves temperaturas, (en su último viaje, el emperador Adriano llegó a Tarraco y se quedó en la ciudad a pasar el invierno del año 122 al 123 d.c ) para satisfacer un doble objetivo con mi visita: primero, asistir al partido de fútbol entre los equipos de la Primera Federación, la Gimnástica Segoviana y el Gimnàstic de Tarragona, la Sego y el Nàstíc para sus aficionados y seguidores. Y segundo, y no de menor interés añadido, comprobar, relacionar y contar la herencia que dejó el Imperio Romano en ambas ciudades.
Con el ascenso a Primera Federación de la Segoviana en el mes de mayo intuí desde el primer momento que ese ascenso de categoría iba a suponer un espaldarazo a la imagen de la ciudad. La Gimnástica Segoviana se constituía por méritos propios en el equipo de la capital y de toda la provincia. El encuadramiento del equipo en el grupo I de la Primera Federación, sin que conozca si fue acordado o impuesto, ha sido un acierto. El desarrollo de los partidos de la primera vuelta tiene que haber convencido a jugadores, directivos, técnicos, aficionados y patrocinadores de que la casualidad se ha convertido en suerte.
Me ha dado motivos para escribir sobre varios partidos celebrados en La Albuera. En unos casos, por el interés regional y comunal (Ponferradina, Unionistas de Salamanca, Cultural Leonesa) y en otros, por interés deportivo (Barça Atlétic ). Seguidores de estos equipos se han dado cita en Segovia en número considerable.

En el partido con el Nàstic coincidía un interés deportivo evidente (el Nàstíc ha militado en segunda división) y las dos ciudades, Segovia y Tarragona, se pueden considerar dos ciudades hermanadas. Hermanadas por un legado histórico muy relevante de los siglos I y II dejado por el extensísimo Imperio Romano, que construyó en ambas ciudades monumentos mundialmente admirados y declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Tarraco, en los siglos I y II, era una de las ciudades más esplendorosas del Imperio. Contaba con los edificios, servicios y equipamientos que a los sibaritas y voluptuosos romanos les gustaban. Teniendo como referencia Roma, la capital del Imperio, esta provincia romana fue bautizada como La Hispania Citerior (la tierra “de más acá”) Tarraconensis, para diferenciarla de la Hispania Ulterior (la tierra “de más allá”), la Bética y Lusitania. La provincia, cuya capital era la actual Tarragona, ocupaba en esa época de máximo esplendor, una superficie de 380.000 km2, es decir, dos terceras partes de la península ibérica. La provincia tarraconense incluía 293 ciudades, contando a Segovia, y una población de 3-3,5 millones de habitantes. No es de extrañar, pues, que cuente con un legado de construcciones romanas extensísimo, entre las que contamos: el Circo, el Foro, el Teatro y Anfiteatro.
Cuenta también Tarragona, como Segovia, con un acueducto monumental, el acueducto de les Ferreres o Puente del Diablo, construido por Augusto, para la misma finalidad y utilidad de la época: el transporte de las aguas de la parte superior a la más baja, a través del canal que lo remataba. Ambos están hoy día conservados magníficamente, a pesar de los siglos transcurridos. Con la diferencia de que en Segovia (no así el de Tarragona, más alejado) los visitantes y turistas que la visitan por primera vez, se topan con el Acueducto en el centro de la ciudad, ejerciendo de bienvenida, admirados de sus arcadas, altura y longitud, superior al tarraconense.

´Y ¿qué pasó en el partido de fútbol entre la Segoviana y el Nàstic? Que el Nàstic ganó con una goleada no previsible. Cada conjunto llegaba al encuentro con muchas expectativas. La Sego, aupada a mitad de la tabla con el objetivo de mantenerse en la categoría y el Nàstic con el objetivo de ascender de categoría.
Con ese objetivo el Nàstic desarrolló un fútbol ágil, rápido, combinativo y la Segoviana se vio desbordada. Y los goles llegaron sin apenas esfuerzo. A la Segoviana no le queda otra que aprender de sus errores, de las derrotas también se aprende. Jugadores: no os falta el apoyo de la afición. Al Nou Stadi Costa Daurada acudieron casi 100 aficionados y seguidores. Abajo, el desánimo y arriba el optimismo y la confianza en vuestras fuerzas. La Albuera os respalda.
Se me ocurren también dos conclusiones de mi visita. O una conclusión densa que enlace esos siglos de historia común tan arraigada y orgullo de las dos ciudades con la rivalidad y las emociones que se establecen en los campos de fútbol. Propugno que ambas ciudades, aunque alejadas geográficamente, estrechen lazos de amistad entre las Instituciones principales (Municipios y Diputaciones) que las representan. Que se establezcan visitas turísticas ciudadanas de las dos ciudades y provincias, por iniciativa pública y también privada. Que fluyan con normalidad para conseguir que ese tronco común histórico renazca de sus cenizas como flor de primavera. Que se extiendan sus raíces y fructifiquen sus frutos. Brindemos en este Año Nuevo 2025 por Segovia y Tarragona.