Cada vez que Sánchez pierde las elecciones o le acosa un nuevo caso de corrupción, reacciona de la misma manera: fango, fachosfera, fascistas, extrema derecha, Franco… Pero ante nuestra sorpresa (suponiendo que algo en él pueda sorprendernos a estas alturas), argumentó en la televisión pública otra falsedad descomunal cuando contestó al entrevistador que “ todo poder emana de la soberanía nacional, es decir del Congreso de los Diputados”.
Si se hubiera leído la Constitución, cosa que empieza a ser dudosa, sabría que en su artículo 12 se dice que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Es decir, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Además, habla solo del Congreso de los Diputados, porque lo controla, y olvida el Senado bien porque el PP tiene mayoría absoluta, o porque ignora que quienes representan al pueblo español son la Cortes Generales, es decir, el Congreso y el Senado. Y si tiene alguna duda, no tiene más que leer el artículo 66 de la C.E.
En su huida hacia adelante para ocultar y tapar su derrota, Sánchez saca otro conejo de la chistera y anuncia la aprobación de un “paquete de calidad democrática” que no es otra cosa que una amenaza a los medios críticos y a los jueces, y aprovecha para dar un ultimátum al PP para renovar el CGPJ. Reconozcan conmigo que lo de calidad democrática dicho por Sánchez no deja de tener su gracia. Desde luego, la amenaza a periodistas y jueces no tiene un pase se mire por donde se mire, porque eso es propio de dictaduras populistas y bolivarianas y no de regímenes democráticos.
Pero respecto a la renovación del CGPJ ya está bien de demagogia, ya está bien de ocultar la verdad, porque el PP lo que pide es reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial para que sean los jueces los que elijan a los jueces y mantener así la independencia judicial y la separación de poderes. Algo que también se pide desde Bruselas y desde el propio Poder Judicial, pero no es lo que quiere el que tanto habla de la calidad democrática, cuya pretensión es manosearlo y controlarlo. Por eso lleva años culpando al PP de la no renovación del CGPJ, cuando lo que realmente le pasa es que le desespera que no se caiga en la trampa.
Un presidente que amenaza a jueces y periodistas, que no contesta en las sesiones de control sobre lo que le preguntan porque sus repuestas son siempre el fango, la ultraderecha, y otros comodines ya muy manoseados, y que además ejerce de jefe de la oposición contra la propia oposición, es algo absolutamente demencial. Estamos asistiendo a una parodia de la política trazada por alguien sin escrúpulos que pasa por todo con tal de seguir un minuto más en Moncloa.
Por otra parte, la insistente mención a Alvise no es sino una nueva maniobra para tratar de dividir el voto de la derecha. Le encanta hablar de la extrema derecha pero ni una palabra de los componentes de su gobierno de coalición socialcomunista, que con su mayoría parlamentaria a todas luces inestable, necesita unos socios separatistas, y a sucesores de terroristas, porque ellos sí son progresistas y desde esta sanchezfera nos apremian a tenerlos en gran consideración y al blanqueo consiguiente. Pues va a ser que no.
