Las protestas contra el presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, que se mantenían desde hace días en una tensa calma, se tornaron ayer en violentas, causando la muerte de al menos 11 personas en los duros enfrentamientos protagonizados entre la oposición y la Policía. Se trata de siete civiles y cuatro agentes de las Fuerzas de Seguridad, según apuntaron las autoridades, que agregaron que cuatro de los fallecidos presentaban disparos en sus cuerpos.
Las revueltas comenzaron por la mañana, cerca del Parlamento, tras una concentración antigubernamental para exigir una reforma constitucional. Los contrarios a Yanukovich más radicales, cerca de 20.000, volvieron a ocupar el Ayuntamiento de la capital, lanzando bombas incendiarias y prendiendo fuego a los automóviles, después de desalojar el edificio un día antes tras casi tres meses de ocupación a cambio de la amnistía de más de 240 detenidos.
Las autoridades emitieron un ultimátum para que abandonasen el inmueble público, ya que, de lo contrario, seguiría una «operación del terror», tal y como lo denominó el Ministerio del Interior en un comunicado, en el que agregaba que, en caso de que los «disturbios masivos» no hubiesen acabado en el plazo estimado, se emplearían «todos los medios que contempla la ley» para poner fin al caos. Y, ante la falta de reacción, la Policía y las unidades especiales de las Fuerzas de Seguridad comenzaron a desalojar la plaza de la Independencia (Maidan), epicentro del movimiento opositor, con lanzaaguas, gas lacrimógeno y balas de goma.
Previamente, los líderes antigubernamentales instaron a las mujeres y los niños a abandonar el lugar, si bien los altos cargos de la oposición, como el exboxeador Vitali Klitschko, se negaron a hacerlo. «Estamos aquí, en Maidan, y no les daremos la posibilidad de limpiar el lugar», aseguró, al tiempo que anunció nuevas negociaciones con Yanukovich para hoy y exigió que no haya más derramamiento de sangre tras los violentos disturbios, que se saldaron, además, con más de un centenar de heridos.
Asimismo, instó a Occidente a que intervenga en el país. «Los líderes de los Estados democráticos no deben permanecer de brazos cruzados y ver cómo un dictador asesina a su pueblo», señaló, para acusar al presidente de estar cometiendo «un crimen contra la Humanidad».
Tras los enfrentamientos, las autoridades informaron de 11 fallecidos, siete manifestantes y cuatro policías, y matizaron que dos civiles y dos agentes murieron por disparos en el pecho y la cabeza. Según fuentes de la oposición, hay más cadáveres con balas, un hecho del que culpó a miembros de la unidad especial de la Policía Berkut, conocidos por su brutalidad. Además, una oficina del gobernante Partido de las Regiones fue atacada y presuntamente incendiada. Y en su interior destrozado se encontró un cuerpo sin vida que parece víctima de un linchamiento.
La Justicia ucraniana culpó a los opositores de los violentos disturbios. «Por cada herido, por cada automóvil incendiado y ventana destrozada, tendrán que responder los organizadores de las protestas masivas», aseguró el fiscal general, Viktor Pshonka, que pidió para ellos «el más duro castigo».
Por su lado, la comunidad internacional llamó a rebajar «inmediatamente» la tensión, como manifestó un portavoz de la Casa Blanca. Alemania, por su parte, abrió la puerta a que la UE revise su actual postura e imponga sanciones a los responsables de la violencia, mientras Rusia, aliada de Yanukovich, culpó de la situación a la «connivencia» de los políticos occidentales, que, según el Kremlin, «ha cerrado los ojos» y no condena las acciones «radicales».
